Hace tiempo que quería dedicarle una entrada en el blog a Carlos Be, un dramaturgo barcelonés que se ha convertido en uno de los principales protagonistas de esta movida madrileña teatral que se está viviendo en los últimos años. He visto recientemente varias de sus obras («Dorian» y «Elepé») y leído otra de ellas («Llueven vacas»), y me parece un autor de notable interés, con una escritura mordaz y punzante y un estilo propio a la hora de hacer teatro.
«Dorian» (una adaptación de la novela de Oscar Wilde, publicada a finales del siglo XIX) se ha presentado en La pensión de las pulgas. Se trata de una función atrevida, poderosa, heterodoxa y hasta cierto punto iconoclasta, en la que (¿guiño al teatro isabelino o simple elección estética?) todos los personajes son interpretados por hombres. Algo que, particularmente, me alejó de la historia; creo que el travestismo es un peligroso arma de doble filo y no me parece que en este caso aporte nada ni a la trama ni al montaje. También me faltó en algunos momentos la irónica elegancia de Wilde. Son dos pequeñas pegas a un trabajo sólido y valiente, que mantiene un tenso diapasón en todas sus escenas y en el que los actores interpretan con afinación y empaste sus difíciles partituras.
En La Casa de la Portera he visto «Elepé», una comedia deudora de los años ochenta: libre, ácida, sarcástica, potentemente divertida y un punto petarda, como fue aquella década. También, y creo que es un importante activo de la función, no suficientemente explotado, amarga, áspera, tierna y poética. Una historia sobre sueños y realidad, sobre amor, amistad y perdedores; pero una historia real, narrada con pulso y con poderosas interpretaciones, especialmente las de Fran Arráez y Carmen Mayordomo.