Revista Cultura y Ocio
El martes disfruté durante una hora de viaje en coche de la música de Carlos Cano (1946-2000) en Discópolis (Radio 3). Tanto que llegué a emocionarme —sic— al volver a escuchar «La murga de los currelantes», que debe de tener casi unos cuarenta años —de 1978 es esta grabación. En su programa, José Miguel López anunció que hoy jueves iba a pasar entera la única entrevista que RNE tenía del cantante granadino, que hoy habría cumplido setenta años. Son casi cincuenta y nueve minutos admirables de conversación y canciones del miércoles 28 de abril de 1999. Un disfrute escuchar de nuevo el programa. Cuando ha hablado de Federico García Lorca y del Diván del Tamarit ha vuelto a fascinarme aquella anécdota que él ya contó, y que yo recordé en El trabajo gustoso (Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2002, pág. 22). En un concierto en Murcia, una señora le dijo: «—Hijo, qué bonito. No me estoy enterando de ná; ¡pero cuánta hermosura!». Y Carlos Cano dice que es la definición más hermosa que le han dado de ese libro al que pertenecen los versos que el cantante también ha recordado: «Por las ramas del laurel / vi dos palomas oscuras. / La una era la otra / y las dos eran ninguna». Dedico esta entrada —además— a la memoria de mi amigo Alfredo Gómez (1958-2015) y a la ciudad de Granada.