El inmenso Palacio Real de Caserta -tiene 1200 habitaciones- fue encargado por el futuro Carlos III como residencia real y símbolo de su renovado poder. Las obras empezaron en 1751, mas en 1759 Carlos heredó la corona de España –por la muerte de su hermano Fernando- y no pudo ver el final de la construcción.
El palacio, los espectaculares jardines, lagos, fuentes y cascada artificial fueron declarados Patrimonio de la Humanidad.
En la galería de retratos –la Pinacoteca Borbónica- al final del recorrido por el palacio nos encontramos con una curiosa pintura de los dos hijos de Carlos III que llegaron a gobernar: Carlos IV en España y Fernando en Nápoles y Sicilia. El cuadro fue pintado por Giusepe Bonito, el pintor de corte. Carlos es el que sujeta el compás.
La representación nos muestra una formación matemática que luego no demostró como rey. Carlos IV fue llamado el rey cazador y fueron sus ministros Floridablanca, Aranda y Godoy los que gobernaban. Carlos tampoco tuvo inconveniente en entregarse la corona a José Bonaparte y retirarse a Bayona. Siempre se puede hacer peor: su absolutista hijo Fernando VII frustró el primer constitucionalismo hispano.