El contraste de opiniones es saludable, incluso imprescindible, a guisa de termómetro de la democracia y de la libertad de expresión; si bien la vehemencia puede formar parte de cualquier debate, no estoy de acuerdo en que la descalificación se convierta en el eje principal de la discusión. El Sr. Sánchez, está en su derecho, defendió la teoría marxista incluso acaloradamente, y que forma parte del ideario político de su formación, aunque no lo publiciten expresamente; lo malo es que las convicciones, a veces, quedan en entredicho a la luz de ciertos hechos: No se puede disponer en favor de los trabajadores con la misma vehemencia con la que se sienta en un consejo de administración que aprueba EREs, se financia a través de veinticinco entidades diferentes y forma parte de la, por él mismo, denominada “casta”. El Sr. Manglano se lo recordó, y tiene razón en ello. Las descalificaciones personales están siempre de más por todas las partes.
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