Muchos, demasiados, son los marinos de la Armada de la República olvidados por la historia, el Teniente de Navío Carlos Soto Romero es uno de ellos. En el momento de llevarse a cabo el golpe de estado e inmediata rebelión militar de 1936 Carlos Soto estaba cercano a cumplir los 34 años de edad, fueron los últimos que cumplió, el cinco de noviembre de 1936 los sublevados le fusilaron en Palma de Mallorca.
El "T-17"
(Posiblemente en Cartagena, fecha desconocida)
El 21 de julio de 1936 el "T-17" llega a a Mallorca procedente de Barcelona, concretamente al Port de Pollensa, del buque baja el TN Carlos Soto, como emisario de la legalidad republicana su misión era instar la rendición de los alzados y evitar así un derramamiento de sangre. Soto actuaba siguiendo órdenes directas del general Aranguren. Exhibió bandera blanca y se dirigió hacia la base de hidroaviones del mismo puerto. El mando militar de la base le consiguió un coche de alquiler, conducido por el joven Macià Plomer, para cubrir los cerca de 60 kilómetros hasta la capital.
Cañon Vickers de 47 mm.
Un control detuvo el vehículo a la altura de Inca, en manos de los sublevados como toda Mallorca, pero, tras comunicar con la autoridad de Palma, le dejaron continuar viaje. En la capital se entrevistó con el sustituto de Goded, el coronel Aurelio Díaz Freijoó, para que se sometiera a la autoridad gubernamental, con resultado infructuoso. Los rebeldes querían salirse con la suya. Carlos Soto dio por concluida su gestión y, en la creencia que le amparaba su condición de emisario de la legalidad, se dispuso a regresar a Pollensa y a Barcelona para notificar a sus superiores el resultado de la entrevista. Pero no le dejaron: en la puerta del mismo despacho de Díaz Freijoó le esperaba un grupo de militares y falangistas con Alfonso de Zayas a la cabeza, que le detuvo.
Al saber todo esto, Franco montó en cólera. Telegrafió a Baleares, tildando al torpedero leal a la República de ‘barco pirata’ y ordenando el juicio sumarísimo del teniente de navío detenido. A Franco le resultaba inconcebible todo lo relacionado con este episodio: que no se hubiese avisado por vigías de la presencia del barco republicano, que esta nave hubiese partido de regreso a Barcelona sin ser hostigado, que Carlos Soto recorriera todo el camino sin hallar un solo control de carreteras, que no hubiera sido detenido ni en la base militar de Pollensa ni en Inca ni al llegar a Palma, que se hubiera desplazado por la ciudad sin topar con nadie hostil, que entrara en el despacho de Díaz Freijoó, que éste hablara con él en lugar de detenerle él mismo, que le dejara salir de nuevo…
Carlos Soto Romero fue juzgado en consejo de guerra acusado de ‘traición’ en la causa 900/36 causa instruida por el comandante de Infantería Miguel Garau Sureda. En fecha de 5 de noviembre de 1936, tan solo 14 días después de su detención, el teniente de navío Carlos Soto Romero, emisario de la República, fue fusilado en Palma. Era obvio que no había cometido ningún delito ni de rebelión ni de traición ni debía ninguna muerte, ni antes ni después del 18 de julio –su chófer ocasional, Macià Plomer, fue encarcelado durante tres años; el 23 de marzo de 1986 se publicó una entrevista con él escrita por Damià Quetglas en el suplemento Memoria Civil 1936 / 1986 del diario Baleares.
El episodio rocambolesco del teniente de navío Carlos Soto ha permanecido como entre brumas durante mucho tiempo. El historiador franquista Ricardo de la Cierva lo citó con cierto tono jocoso en su obra Historia Ilustrada de la Guerra Civil Española, ediciones Danae, (1970).
La realidad es sencillamente que el TN Carlos Soto fue asesinado por los sublevados, su bandera blanca de nada le sirvió, su valentía y lealtad a la República le impidió ver con claridad, suponer que unos militares sublevados respetarían su condición de emisario en son de paz fue su error y el del general que allí lo envío.
Benito Sacaluga.
Fuentes consultadas: Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores (SBHAC) y Revista Naval.