Luisana Colomine y Nilda Castillo
Nunca dejaste de sorprenderme, querida «Negrita». Cuando te defino con esas palabras que titulan estas líneas, doy marcha atrás en el tiempo y así te evoco. Menudita y elegante, con tu sombrero rojo y el pañuelo al cuello, te levantabas cada día sabiendo que habías ganado una lucha sin cuartel contra «ese bicho» que había llegado a tu morada sin ser llamado.
Solidaria con el mundo, temblabas de rabia ante las injusticias como ese día que fuimos a visitarte, Feijoo, María Eugenia y yo, en plenas guarimbas de 2017 y vimos desde tu casa, allá en Altamira, un humo negro que salía de alguna parte. Aquel sábado enardecidos opositores quemaron vivo a un joven por su color de piel y su «pinta» de chavista: Orlando Figuera. Pero eso lo supimos en la noche cuando por fin pudimos llegar a casa a pie, porque los escuálidos rabiosos habían trancado todos los accesos de la avenida Miranda. «Avísame cuando lleguen», me pediste, y entonces te llamé para comentarte el horror que habíamos visto en las calles, y el violinista que pintaba de música la violencia fascista y luego terminó yéndose al norte, forrado en dólares. Llorabas desconsolada por el espantoso final de Orlando, víctima inocente de la barbarie opositora.
Otro día fuimos a pasear al centro de Caracas. Como dos niñas anduvimos charlando y riendo por la Plaza El Venezolano. También fuimos a la Casa Natal de El Libertador y en respetuoso silencio retrocedimos a su tiempo. Al salir entramos a una tienda de souvenirs y había un cartelito que decía: «Hay que endurecernos pero sin perder la ternura jamás…» (Ernesto «Che» Guevara). Te dije: «Negrita, así eres tú». Porque la ternura nunca te abandonó, ni aún en los momentos más agrios.
Pero también era una fiesta ir a tu casa. Eso sí, había que avisarte antes y entonces te ponías tu mejor atuendo y te arreglabas tan bonita solo para halagar a las visitas porque pensabas más en los demás que en ti misma. Y entonces era el cafecito recién hecho y sentarnos en aquella iluminada y amplia sala, para comentar de política, de periodismo, de la vida…
Carmen, la periodista, toda su vida ejerció con ética y compromiso. Cuidadosa del lenguaje solía enviar a los amigos más cercanos sus artículos para ver si se entendía lo que quería decir. Y ¡claro que se entendía! Escribió en su amada Aporrea desde 2009 más de 180 trabajos, también en Correo del Orinoco, en Ciudad Caracas, VEA. Fue Gerente de Relaciones Públicas del Instituto Nacional de Geriatría (INAGER) y luego en la Imprenta Nacional de Venezuela.
Busco en mis recuerdos tantos momentos. Te imagino en tu casa luchando sola ese último día, enfrentándote a lo desconocido y tantas veces temido, y lloro sabiendo que mucho te habrá costado desprenderte de la vida que tanto amaste y de los afectos que sin querer dejarías huérfanos, especialmente a tus nietos.
Quise hacerte este homenaje pero no sola y entonces, periodista al fin, hice lo que tú también hubieses hecho: investigué, busqué a la gente que estuvo más cerca de ti: tu familia, tus hermanos, tu hija adorada María Fernanda (Mafer). Tu hermana Nilda Castillo Travieso, construyó este hermoso relato que prefiero dejarlo intacto para que entre todos te despidamos como mereces:
Vivió como quiso
«Decíamos de mi padre esta frase: Genio y figura hasta la sepultura. Ahora la reafirmamos con ella. Su cuñada Estela Hidalgo expresa que esa frase la definía. Carmen se despidió de este mundo con su sola compañía, con el carácter propio de su aguerrida personalidad. Vivió como quiso, dejó huella, la recordaremos con alegría y simpatía por haber tenido la ocasión de conocerla. Su sobrina-nieta Lorena Gobin Castillo, la define como un símbolo de inteligencia, análisis, investigación, independencia, sabrosura caribense que manifestaba su orgullo de mujer fuerte y hermosa. Ella deja el camino para seguir andando. Para su sobrino, Alejandro Hidalgo Castillo, ella nos impulsa ese camino. Le apasionaba la música mexicana. Sus padres fueron Angel Rafael Castillo y Carmen Teresa Travieso. Tuvo 4 hermanos y el mayor, Ricardo Castillo Travieso, fue guerrillero en los años 60 y quien impulsó su espíritu revolucionario.
¿Quién era?
Nació en Caracas en la Maternidad Concepción Palacios y creció en la parroquia Catia. Fue una mujer ejemplar pionera en la familia de la lucha revolucionaria de los años 60. Conoció culturas de otros continentes que le dejaron posturas sobre la emancipación de la mujer, la libertad sexual tal como lo expresa su médico de cabecera y sobrina Yaremy Hernández Castillo.
Durante los años 60, Carmen Catalina Castillo Travieso lucho y participó de manera activa en el proceso por la Liberación Nacional (Brazo armado del Frente de Liberación Nacional, creado por el Partido Comunista en 1962) en la Unidad Táctica de Combate (UTC).
Estuvo detenida en la DIGEPOL, una de las cárceles del régimen de Rómulo Betancourt. Ante la persecución política de que fue objeto se traslada junto con su esposo a Rusia para cumplir una misión encomendada a ambos por el Partido Comunista. Al regresar a Venezuela logró su gran anhelo: el nacimiento de su hermosa hija María Fernanda Pozo Castillo.
En los años 70s, fue miembro y participó activamente en el Movimiento al Socialismo (MAS) en la UCV, donde trabajó por mucho tiempo en la Biblioteca Central. Posteriormente, se traslada al Congreso Nacional (Hoy Asamblea Nacional) siempre con el espíritu combativo de velar por la justicia social.
Cuando Hugo Chávez entra en escena, se aboca con mucha pasión a trabajar en los distintos proyectos políticos y organizaciones como las UBCH y otras.
Su labor periodística fue reconocida con el Premio Nacional de Periodismo, Premio Aníbal Nazoa y además fue jurado en el Premio Municipal de Periodismo.
Superó con mucha tenacidad y temple el cáncer diagnosticado entre los años 2016 y 2017.
A ocho días de tu partida te decimos: ¡buen viaje, querida Negrita!