Carmen Chacón prescinde de la ene final, que queda más autóctona la cosa, aunque ahora interesa menos eso del nacionalismo, y se presenta en Andalucía, donde se avecinan elecciones y tormentas en forma de EREs fraudulentos y subvenciones millonarias. A la catalana le da un poco lo mismo, porque se trata de desvincular su propia imagen con los orígenes de esta política que medró en silencio hasta ponerse los pantalones en la Pascua militar, y por eso va a hacer la guerrilla al sur, midiéndose con Arenas, que también tiene mucha gramática parda. Cuando escribo estas líneas, no sé lo que resultará del congreso catarsis de la oposición, pero en caso de resultar vencedora la exministra, mucho me temo que habría de luchar contra dos factores adversos: Ser catalana y ser mujer. Queramos o no, existe un sentimiento de cierta animadversión hacia Cataluña en el resto de España, favorecido por los propios políticos que hicieron del “Catalonia is not Spain” el estandarte de su idiosincrasia y de sus supuestos derechos; así es difícil ganarse el voto de los cacereños o de los malacitanos. Además, existe un porcentaje nada desdeñable de ciudadanos que cuestionen votar a una fémina para dirigir el país; España es diferente, y aunque ese no sea mi modo de pensar, sí puede resultar un hándicap que no se compense con lo que pueda verse favorecida por el voto femenino. En fin, la catarsis en el PSOE es imprescindible, pero también creo que existen muchísimas personas muy válidas para defender sus opciones, y algo más alejadas de quien fue ministro de los GAL o de quien provocó desde la cartera de Defensa, en la mayor debacle socialista en la historia de nuestra joven democracia.
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