En la universidad española, como imagino que ocurre en los sistemas universitarios del resto del mundo, proliferan los docentes que, ensimismados en la comodidad muelle de sus cátedras, se abandonan a la pereza investigadora o a la concentración fervorosa sobre un diminuto tema, alrededor del cual giran hasta que el retiro académico los exonera de urdir más inútiles artículos. Pero también existe una reserva de profesores que, brillantes y laboriosos, trabajan de forma incansable para ampliar el campo científico de sus disciplinas. A este último grupo pertenece, desde hace años y con singular mérito, el catedrático y académico Francisco Javier Díez de Revenga, cuya espectacular trayectoria como investigador es conocida en las universidades de todo el mundo y ha sido aplaudida de forma unánime por los lectores que hemos tenido la feliz idea de leer sus libros para aprender.
Este mismo año ha visto la luz el último de ellos, titulado Carmen Conde, desde su Edén, que ha publicado la Real Academia Alfonso X el Sabio y que reúne más de trescientas apretadas páginas, en las cuales se nos facilita el acercamiento a la insigne escritora cartagenera y se nos explican sus vinculaciones con otros escritores de admirable estatura, como Gabriel Miró, Miguel Hernández o Juan Ramón Jiménez. El volumen se inicia con un análisis interesante y minucioso sobre las obras poéticas de la escritora, que el profesor Díez de Revenga va desgranando con sensibilidad y acierto. Después se sumerge en su producción teatral, de la cual afirma que “no está destinada a la escena, sino que, en realidad, sus textos, literariamente muy cuidados, son fronterizos y se aproximan a otros géneros como la poesía y la narrativa” (p.41). Aplaudiendo y recordando las conclusiones a las que sobre estas obras llegaron los profesores Virtudes Serrano y Mariano de Paco, el profesor Díez de Revenga nos conduce después al interior de algunas de sus piezas emblemáticas, como Mineros o Nada más que Caín (donde el influjo de Antonio Machado es tan notorio), que nos permiten comprender con más detalle su importancia.
Y si esos dos bloques primeros nos resultan enriquecedores en grado sumo, igual podría afirmarse del resto de la obra, donde el autor expone y estudia las relaciones epistolares de Carmen Conde con destacados intelectuales de su tiempo; nos informa sobre sus vínculos con la Revista de avance de La Habana (con la que mantuvo un estrecho contacto entre los años 1927 y 1930); o nos permite acercarnos, con delicadeza y con primorosos detalles, al lazo emocional que unió durante años a la cartagenera con la también escritora Amanda Junquera, desde que se conocieron en febrero de 1936, un poco antes de que los respectivos esposos salieran desplazados fuera de Murcia (el de Carmen, a Baza; el de Amanda, a Valencia).
En suma, un volumen que, además de ofrecer exhaustivos análisis sobre la vida y la obra de Carmen Conde, permite a los lectores aproximarse a una rica variedad de textos inéditos y de imágenes poco conocidas de la escritora cartagenera, conformando todos esos elementos un tomo exquisito y de valiosa densidad.