Edición: Navona, 2019 (trad. José Luis Piquero)Páginas: 192ISBN: 9788417181918Precio: 19,00 €
Nunca es demasiado tarde para dejarse embrujar por una historia de vampiros; aún menos si se trata de una novela fundacional del género, como Carmilla(1872), del novelista irlandés Joseph Thomas Sheridan Le Fanu (Dublín, 1814 – 1973), que Navona propone a los lectores en una nueva traducción de José Luis Piquero que suena como una confesión a media voz. Como suele suceder, los clásicos no solo comprenden aquellos elementos que se han hecho populares (a saber: la localización en Europa del Este, las características físicas del vampiro, su naturaleza de depredador, la forma de darle muerte), sino que, al leerlos, uno descubre matices que han quedado un tanto olvidados en el imaginario colectivo. Leer libros como este es reconocer, rememorar; pero también hallar por primera vez, maravillarse por un detalle, sentirse un lector joven que todavía no ha perdido del todo la capacidad de sorprenderse.Como tantas novelas del siglo XIX, Carmilla toma como punto de partida el viejo recurso del manuscrito encontrado para, a continuación, reproducir el relato de Laura, la narradora, como una confidencia. En el momento de empezar esta revelación, han transcurrido ocho años de los acontecimientos; por lo tanto, se sabe de antemano que Laura sobrevivió, y que cuenta esta experiencia por necesidad de poner orden a sus pensamientos, de tratar de entender, de expresar su secreto, al tiempo que insiste en la veracidad de los hechos (como se insiste en El fantasma de la Ópera y otras ficciones de tintes sobrenaturales), por extraños que resulten, para ganarse la confianza del lector, para no ser juzgada; si bien la ambigüedad, la sospecha de la perturbación, es un motivo constante (y fundamental) en la literatura gótica, como tan bien demostró Henry James unos años más tarde en Otra vuelta de tuerca(1898).Laura comparte con otras heroínas (si se la puede considerar una «heroína») de la narrativa gótica la condición de chica solitaria, poco avezada en las relaciones con la gente: vive en un castillo retirado junto a su padre, en Estiria (Austria), sin apenas contacto con sus pares ni veladas en sociedad. Estas circunstancias hacen que cualquier visita de una amiga en potencia sea vista como una oportunidad de disfrutar, de romper la rutina; incluso cuando la invitada es una desconocida, como Carmilla, que se instala una temporada después de sufrir una caída mientras viajaba en un carruaje con su madre. El carácter accidental del encuentro tendría que inspirar desconfianza en padre e hija; no obstante, la desesperación de Laura por tener compañía, unida a la inclinación del padre por mimarla y a la apariencia noble (y por lo tanto respetable) de la huésped, le restan importancia. Es la pureza de espíritu de Laura la que abre sus brazos a la desconocida sin hacerse preguntas. Las jóvenes descubren que tienen rasgos en común, se entienden. La narradora ha crecido aislada, en un entorno atento con ella, sin carencias, pero poco proclive a la distensión, al libre albedrío. Padece cierto ensimismamiento; vive «hacia dentro». Este retraimiento aumenta su apego por Carmilla, como quien se aferra a su única posibilidad, con miedo a perderla, a regresar al tedio en que vivía antes. Hasta se deja entrever que estaban «predestinadas» a cruzarse; otra muestra de la manipulación a que la invitada somete a sus víctimas. Con todo, Laura no es tan ingenua como para no percatarse de algunos comportamientos turbadores de su amiga, y no oculta sus dudas. La situación se complica cuando comienzan a morir las chiquillas de la zona, todas en las mismas (e inquietantes) condiciones.Más allá del misterio del vampiro, más allá de la sangre, el horror, la muerte, esta novela merece ser reivindicada por su exploración del vínculo entre las dos mujeres. Siempre desde el punto de vista (y por lo tanto desde la subjetividad) de Laura, se insinúa, por un lado, el homoerotismo, el deseo y sus contrariedades; por otro, la fragilidad de las jóvenes, pues las víctimas de Carmilla son siempre chicas, educadas según las costumbres, recluidas en sus casas en el momento del ataque (pero no por ello protegidas ante la mordedura del vampiro). El asalto del vampiro (la vampira) encarna la corrupción de la inocencia, el despertar; y puede darse porque no se presenta bajo el aspecto de un monstruo, sino de una de ellas, bella, lánguida, dulce, virginal. Los padres le abren sus puertas a Carmilla porque no sospechan, no son conscientes del peligro que corren sus hijas; la seducción de lo impuro.Sheridan Le Fanu se inspiró en la aristócrata húngara Báthory, esa «condesa sangrienta» obsesionada con la lozanía de las muchachas. El personaje de Carmilla, su linaje, su apariencia, entronca con esa leyenda; y no falta el símbolo del gato negro, el componente mágico de la transformación. También juega con los sueños premonitorios, que, en la soledad en que vive Laura, se mueven en la frontera de la alucinación, la locura. El lector puede creerla o no creerla; pero se elige confiar en ella, dejarse llevar por la tensión del relato, en el que lo macabro se funde en una voz sutil, cristalina. El terror, a propósito, proviene, más que de la ola de crímenes (lo explícito), del aura de romanticismo que envuelve a las mujeres, del porte elegante que esconde voracidad, de la candidez desflorada por las noches, del castillo impresionante donde se pierden (esa atmósfera de folclore y cuentos de hadas primigenios que tan bien adaptó a la narrativa contemporánea una autora como Angela Carter).
J. T. Sheridan Le Fanu
Quizá por su brevedad, su concisión (la importancia de escribir las palabras justas, no más), el libro soporta el paso del tiempo mejor que muchas novelas extensas, se lee con avidez a pesar de que a estas alturas se hayan leído (y visto, porque no solo de letras vive el vampiro) numerosas versiones. Esta es la original, y solo por eso ya debería formar parte de cualquier biblioteca. Esta edición de Navona, además, resulta impecable en todos los sentidos: la traducción, la corrección del texto, una tipografía cómoda, papel y encuadernación de calidad, con ese color rojo oscuro (por supuesto). Entre tantas novedades supuestamente imprescindibles, Carmillaes una obra ineludible de verdad.