A veces uno se reconcilia con el cine español. Exhala talento cuando abandona la guerra civil desde la única visión de los bondadosos perdedores y los malvados ganadores, o sus habituales dos horas cochambrosas de sexo y drogas.
Muy reciente es el caso Celda 211, No habrá paz para los malvados, Eva, y ahora la pringosa y desconcertante, pero divertida, tierna e inteligente Carmina o revienta, de Paco León.
El cronista no conocía a León como actor, pero lo ha descubierto como director de esa Carmina a miles de kilómetros gracias a su estreno en internet, simultáneo al de los cines y la televisión de pago.
Este título, que es un guiño a Camina o revienta, el libro autobiográfico de El Lute, rompe fronteras entre los medios y ha molestado al mundo tradicional del cine, pero así llega a todo el planeta instantáneamente.
Es la aventura de una madre de familia, madre real del propio director, su hija, hermana real también, su padre, un actor genial en su papel, una cabra que vive con ellos en casa, y toda suerte de semimarginales sevillanos, drogadictos, el Cobrador del Frac o la vecina que dice ser íntima de la Reina y de Mayra Gómez Kemp.
Es la auténtica Sevilla de algunos barrios con gente, según los momentos, pícara y despreciable, o entrañable, trabajadora y folclórica, descontrolada y echá palante.
Los personajes principales, madre e hija, están tan bien interpretados que en realidad siendo una obra de imaginación parece un documental sobre esa mujer de cuidado que es Carmina, y su hija, una choni ingenua que mucho tiene que aprender de su madre.
España quizás esté hundida, pero si abandona el guerracivilismo y la podrida lubricidad, como esta película, podrá alegrar algo más su moral distraída, que buena falta le hace.
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SALAS