

El carnaval llegaba a su fin con el entierro de la sardina, sátira de cortejo fúnebre con plañideras y lamentos donde, en realidad, se sepultaba la alegría de vivir antes de sumergirse en la tristeza cuaresmal. Había un fuerte contraste entre el último día del carnaval y el miércoles de ceniza, que daba comienzo a la Cuaresma, el ciclo litúrgico más trágico y grave porque se conmemoraba la muerte de Cristo, duraba en total unos cincuenta días (40 de cuaresma y luego la Semana Santa) hasta el domingo de resurrección. Todo era seriedad, tristeza y recogimiento religioso, cualquier elemento profano sobraba, estaba prohibido casarse, celebrar representaciones teatrales, juegos y todo tipo de espectáculos, al tiempo que se multiplicaban los oficios religiosos, las predicaciones y la confesión.
