Me gusta mucho el carnaval de Cádiz. Hace años, cada vez que iba por allí de vacaciones, a visitar a la familia, le pedía a alguno de mis cuñados que me pusiera los vídeos que tuviera, sobre todo de las chirigotas. Ahora se pueden ver en youtube, en el canal Onda Cádiz Carnaval, por ejemplo, y cuando llegan éstas fechas pasamos muy buenos ratos toda la familia sentados delante del televisor escuchando a esos artistas andaluces que se suben al escenario para reírse del mundo, poniéndole tal sentimiento a sus canciones, que es difícil evitar que se nos escape alguna lágrima cuando, además del chiste, deciden cantar también a los corazones.
Pues el carnaval, y en especial las chirigotas, no son solo gracietas o chistes cantados, que los tienen, y muy buenos, sino también reflexiones profundas sobre la sociedad y la forma en que actualmente vivimos. Sus músicos interpretan, durante unos días de febrero, a los Simpsons de éste país, esa serie tan genial en la que su autor, Matt Groening, le saca punta a la sociedad americana y en donde los simples se quedan con el humor superficial y el resto llegan a descubrir intenciones más elevadas. En carnaval, los Simpsons de España son los gaditanos y su carnaval. ¡Pero con mucho más arte!
En el fondo de toda chirigota, existe una alabanza a la ciudad de Cádiz y una defensa de la forma de vida de los gaditanos. Y esa forma de vida es especial. Quizás por su idiosincrasia. Quizás por las circunstancias económicas de la provincia, que tiene una de las tasas más altas de paro de Europa, y que hace que las preocupaciones que sufrimos el resto del país, allí se vean desde otra perspectiva. Una provincia donde ese paro es ya endémico, donde el nivel de vida es bajo, donde las oportunidades para prosperar son complicadas… Sea por lo que sea, en cada carnaval, sus vecinos se juntan en el teatro Falla y se ponen a cantar, riéndose de todo y de todos. Sin odio, sin rencor. Felices de gozar de la vida y deseosos de compartir su alegría con quien vaya a disfrutar de la fiesta, sea de donde sea. Y premian a quien mejor lo hace, al que utiliza las letras más ingeniosas y la mejor escenificación.
En estos tiempos que corren de independentismos, donde cada comunidad se mira el ombligo y recela de la que tiene al lado, en donde se defiende solamente “lo nuestro” y la diferenciación clara con los demás, es el momento ideal para disfrutar de los carnavales de Cádiz. Se dice que el nacionalismo se cura viajando, y yo añadiría que también se cura escuchando chrigotas. Con ellas se critica pero no se odia ni se excluye. Quizás se insulte, pero no se persigue ni se demoniza a nadie. En sus letras se sacan a relucir las injusticias de éste mundo, las grandes ignoradas de los políticos de éste país, y las ridiculizan, despreciando a la vez a quienes las explotan y se enriquecen con ellas, porque a pesar de la pobreza y el paro, los gaditanos siguen pensando que en esta vida se puede disfrutar y ser feliz, por poco que se tenga, que es algo mucho más importante que demostrar “quién la tiene más grande”, que es el leitmotiv de otras comunidades.