“hoy todo son ordenadores y más ordenadores
Y pronto todo el mundo tendrá uno,
los niños de tres años tendrán ordenadores
y todo el mundo conocerá todo
lo relacionado con los demás
mucho antes de que lleguen a conocerse
y por eso nadie querrá conocerse.
nadie querrá conocer a nadie
nunca jamás
y todos serán
unos solitarios
como lo soy yo hoy”
6, Charles Bukowski, “El padecimiento continuo”.
En EEUU nace el término deportivo “los minutos de la basura” para destacar cuándo todos (jugadores, árbitro y público) saben quién va a ganar un partido. Sin interés, el encuentro se mira sin ver y se juega sin jugar. Sólo resta esperar el desenlace ya desvelado.
Los minutos volaban y vuelan, y se estrellan. Para ahorrar euros, o salvar las cuerdas vocales, el tiempo va directo a la crono-papelera. Servicios de mensajería, tipo Whatsapp, son idóneos para que tiempo real —y educación— sean basura. Bonitas conversaciones de dos horas, muñequito a muñequito, que podrían resolverse en dos minutos de llamada; conversaciones eternas para quedar en directo, ignorar a quien está enfrente y atender, de nuevo, al que no está. En el ciclo del mensaje iconizado se invierte ausencia y presencia. La expectativa es un regalo, lo real es material de desecho.Para que el tiempo se conserve en su jugo hay servicios de pareja, o de sexo rápido. Los futuros novios pueden iniciar el cortejo por nivel cultural y afinidades. Se estudia la compatibilidad mediante pruebas sicológicas y algoritmos y un tanto por ciento determina la posibilidad de éxito de la cita. Puro amor.
—Creo que tu porcentaje de mí mismo rentabilizará la inversión.
—Yo también te quiero.
En los servicios de polvo rápido el contacto es más natural, zoológico, de “la dos”: “Ke tal?”, “Vien”. Foto de pechos, foto de abdominales. Imagen de culo, imagen de pene. “Kedamo?” “Bale”. Como aquel programa de televisión, “Follow me”, pero con pronunciación castellana. Perfecciona tu inglés francés en pocas horas.
Para evitar minutos de la basura, los procesos de selección de (im) personal son gloriosos, con conversaciones al límite del absurdo.
—¿Cómo se definiría en dos palabras?
—Humano parado.*
—¿Qué cree que podrá aportar a la empresa?
—Ni idea. Mire, si no empiezo a trabajar ni usted ni yo lo sabremos nunca.*