Revista Literatura
Con toda seguridad, a mí no me cabe duda, lo único que sacamos de positivo o, al menos, de divertido de esta pasada semana de plasmas, independencias, registros, ausencias, dictámenes, vacunas, informes, carencias y resistencias hayan sido todos los memes y demás gracietas que han surgido a partir de las ya célebres recomendaciones de la Organización Mundial de la salud, respecto al consumo de carnes procesadas y carnes rojas. Memorable el de esa lechuga acomodada en el jamonero. Sigamos. Sí, la OMS, esas son sus siglas, ese mismo organismo que nos avisó de una pandemia gripal mundial y universal, casi celestial, y ya no se me ocurre otra palabra que concluya en “al”. Todavía recuerdo esa mañana de sábado y me sobrecojo, porque puede que haya sido la única vez que me he sentido como un protagonista de Walking Dead. Muy temprano, comencé mi habitual repaso a la prensa digital, cuando me encuentro, ocupando buena parte de la pantalla, y bajo el titular: Pandemia, la imagen difusa de una pareja con bocas y nariz cubiertas por mascarillas, en un diario nacional. Por un segundo, dudé entre comenzar a llorar, encerrarme con mi esposa e hijos en una habitación o supervisar la cantidad de alimentos acumulados en el frigorífico. Luego, pasados unos días de terror y contagios, de síntomas a flor de piel más allá de la hipocondría habitual, como que no fue para tanto la cosa. Fue para tan poco, en realidad, que los millones de vacunas compradas caducaron y tuvieron que ser destruidas. También costó su buen dinero destruirlas, qué cosas. Eso sí, las farmacéuticas cobraron en su momento, como debe ser, abone al ser servido se podía leer en la parte superior de la clavada. Pues ese mismo organismo, que enriqueció hasta límites infinitos a unas cuantas farmacéuticas, que adelantó una pandemia que nunca fue, ese mismo, la OMS, ahora emite un informe que alerta sobre los efectos nocivos, cancerígenos, en concreto, que puede derivar de la ingesta de carnes rojas y procesadas. Pero el asunto tiene otra lectura, como poco. En esta ocasión, de la misma manera que sucedió con la pandemia gripal, tampoco le adjudiquemos a la OMS toda la culpabilidad, eso no es bonito ni procede. Los medios de comunicación, algunos medios de deflagración, podríamos calificarlos, te cogen un delito de faltas leves y te lo convierten en toda una sentencia de muerte, tal cual. Escoja entre silla eléctrica o inyección letal. A mí máteme a base de jamón y chuletones, sigue leyendo en El Día de Córdoba