Caro FabioMaría Jesús Mayoral Roche
El pasado 5 de marzo falleció Ray Tomlinson, el inventor del primer sistema de correo electrónico. El mundo, la humanidad y todos en general le debemos mucho a este hombre. Yo escribí la carta que viene a continuación en 1998, año en que registré Cuore Ingrato: es la carta que abre este libro de género epistolar (sin publicar). La escribí y no he cambiado de opinión, la verdad. De hecho, cuando quiero escribir algo importante, especial, siempre lo hago en papel; aunque luego lo tecleé en Word, por supuesto. Por ejemplo, cuando me encargaron que respondiese las Cartas Literarias a una mujer de Bécquer, este ejercicio literario lo hice en papel: la pantalla del ordenador no me inspiraba a la hora de contestar al poeta.
Retratos frescos pompeyanos (Museo Nacional Arquelógico de Nápoles)
Nápoles, 1 de septiembre de 1995
Caro Fabio: Me dices que prefieres el teléfono, el fax o el correo electrónico para ponernos en contacto. En nuestro caso, me niego a utilizar las nuevas formas de comunicación. Te mueves en el mundo creativo, pero el medio físico te domina. Demasiados cálculos para tus gigantescas esculturas, excesivas horas en tus diseños por ordenador, muchos números y teclados en tus manos te llevan a cambiar una imaginación natural por una imaginación virtual basada en la tecnología. A veces pienso que ese contacto directo con el mundo real es el que te hace sufrir, el que te deprime. A mí, por el contrario, el mundo de la imaginación y los pensamientos me dominan, me absorben. De niña era una soñadora con los pies en la tierra y de mayor sigo soñando, sólo que ahora no sé dónde tengo los pies. No importa, que la vida me lleve donde ella quiera. Ya conoces mi teoría del determinismo: tenemos señalado el camino y las circunstancias de la vida nos van llevando. Con esto no quiero decir que nos despreocupemos de nuestra existencia, conviene estar atentos a los avisos y no caer en errores imperdonables que puedan arrastrarnos a otros mayores: la vida es una trampa continua. Fabio, volvamos a la calidez del papel y a la fluidez de la tinta, ejercitemos la caligrafía en una era dominada por la informática. Sabes, que por lo general, argumento todas mis decisiones; intentaré defender mi postura. La llamada telefónica, cuando no se espera, puede resultar inoportuna y a veces intempestiva, sobre todo para los que llevamos una vida creativa y un tanto desordenada. Por el contrario, cuando se espera con ansia y se está pendiente de un teléfono que no suena, se pierde el tiempo y hasta la paciencia. El fax. Hablemos de la urgencia del fax, de los apremiantes avisos del fax, del insistente pitido del fax y de ese papel enrollado que cuelga del fax. En nuestro caso no es útil, no hay urgencia y lo que te cuento no me gusta que salga después de un pitido anunciador, pidiendo permiso a un dedo para que dé paso a mis letras y dejando a la vista un papel suspendido en espera de ser cortado: la verdad, me parece poco íntimo. El correo electrónico es una intromisión en mis horas de creación, un asalto a mano armada a la imaginación que pongo en juego ante la pantalla del ordenador. Sabes de sobra, que cuando estoy trabajando me molesta cualquier clase de interrupción y tú, en ese terreno, no eres una excepción. Lo siento Fabio, convéncete, pero el género epistolar es el más adecuado, es más íntimo, más elaborado, te exige dedicarme parte de un tiempo a la vez que rescatas tus perdidas dotes de redacción y escritura; además implica que compres sobres, sellos y busques un buzón. Los italianos estáis demasiado dados al “telefonino”, al “cellulare”, no sabéis vivir sin él, os gusta hablar demasiado y cualquier excusa es buena para recurrir a la telefonía móvil; es el mejor invento de los últimos tiempos, creo que lo hicieron pensando en vosotros. Por supuesto, no te daré mi número de teléfono, nadie lo tiene. He venido a Campania a trabajar en mi nuevo libro y para ello es preciso desconectarme de todo y todos. Necesito estar sola. Es gratificante abrir el buzón y encontrar una carta que puedas leer cuando lo estimes oportuno y releer cuantas veces quieras. Los nuevos avances no nos brindan la posibilidad de recreo en la escritura, de esa lectura a solas en un rincón. Las palabras por cable se las lleva el viento, mientras que las letras impresas permanecen e incluso puede atesorarse. Estos son los principales argumentos que me llevan a convencerte que, entre nosotros y dada nuestra particular historia, lo mejor es volver al género epistolar. Nuestro pacto será una carta diaria, no importa el número de hojas ni de líneas; el silencio deberá entenderse como protesta o enfado. Sé que me agradecerás este ejercicio que te pido, ante el papel rescatarás el olvido y esas cosillas que quedaron atrás dejarán de ser un lastre incómodo que arrastras sin darte cuenta. Desde que estoy en esta profesión he recuperado sensaciones y recuerdos perdidos. No olvides que el papel atempera y la tinta libera, quizá al principio te cueste un poco, descuida, te acabará gustando e incluso puede que los garabatos acaben atrapándote en el enredo de la caligrafía. Rebelémonos contra la premura de los nuevos tiempos que nos arrastran en espera de noticias, que por lo general no son importantes; pero que en su forma de llegar resultan muy sofisticadas. Los que se creen más modernos y prácticos, por el mero hecho de hacer uso de los nuevos artilugios, a menudo pierden el tiempo en otras tonterías. La moda y las nuevas tecnologías se imponen, es tanta la rapidez que nos condena a tener una existencia no vivida, que encima consentimos argumentado eficiencia o necesidad. Nosotros no caeremos en esa frivolidad, en esa trampa. Deleitémonos en lo que ya es una antigua usanza y no es otra cosa que hacer resbalar la tinta sobre el papel. Un bacio.