Therese trabaja durante la campaña de Navidad en unos grandes almacenes, en la sección de juguetes. Nos encontramos a principios de los años cincuenta y la sociedad de consumo empieza a despegar hacia su apogeo, que se producirá en la década siguiente. Therese ha tenido una infancia difícil y es una joven desorientada, que lucha por abrirse paso para triunfar en su auténtica vocación, que es la de escenógrafa. Mientras tanto, intenta sobrellevar la relación con Richard, su novio, al que aprecia, pero del que no está enamorada. Un día, mientras se encuentra en su puesto contempla una visión que la deja confundida y fascinada: la aparición de una mujer madura y muy sofisticada, que también parece fijarse en ella de una manera especial. En palabras de Roland Barthes, Therese se siente de pronto "capturada y encantada por la imagen del objeto amado":
"Sus ojos se encontraron en el mismo instante, cuando Therese levantó la vista de la caja que estaba abriendo y la mujer volvió la cabeza, mirando directamente hacia Therese. Era alta y rubia, y su esbelta y grácil figura iba envuelta en un amplio abrigo de piel que mantenía abierto con una mano puesta en la cintura. Tenía los ojos grises, incoloros pero dominantes como la luz o el fuego. Atrapada por aquellos ojos, Therese no podía apartar la mirada."
Carol es una mujer de actitud fría y distante, pero a la vez es capaz de seducir a la muchacha con solo una mirada en la que parece resumir un prometedor futuro juntas. Therese es atraída por la mujer y no duda cuando ésta la invita a tomar algo juntas, pero a la vez se encuentra confundida. No sabe si sus sentimientos son correctos, pero no puede evitar dejarse arrastrar por el torrente interior que le provocan los mismos. Junto a Carol siente una paz y una plenitud casi plenas, a pesar de que la mujer no está viviendo precisamente el mejor momento de su vida.
Porque Carol se encuentra en un proceso de divorcio, provocado por una relación lésbica anterior, en el que se está jugando la custodia compartida de su hija. Su marido es un ser herido en su orgullo masculino y por lo tanto está dispuesto a vengar su honor denunciando a su mujer como un ser que se ha desviado de la normalidad, como alguien que ha escogido un camino erróneo y obsceno, un sendero unánimamente condenado por la sociedad, por lo que no tiene reparos en contratar un detective para que hurgue en su vida privada. Carol, un ser que, después de todo, ha disfrutado de las mieles de una vida acomodada, se siente de pronto oprimida por la dura realidad de verse de pronto excluida de los círculos en los que estaba acostumbrada a moverse.
En cualquier caso los sentimientos de Therese parecen mucho más puros e inocentes y Carol llega a veces a comportarse de manera injusta con ella, pagando en el objeto de su deseo los sinsabores del conflicto en el que se encuentra inmersa. La mejor solución será poner tierra de por medio, huir, como décadas después lo harán Thelma y Louise, hacia el oeste, buscando la libertad que no encuentran en la gran ciudad, huyendo de la moral construida a medida de los hombres. Al menos podrán experimentar píldoras de felicidad, simulando que son otras personas, simulando que se puede volver a empezar desde cero:
"Una vez llegaron a un pueblecito que les gustó y pasaron la noche allí, sin pijama ni cepillo de dientes, sin pasado ni futuro, y la noche se convirtió en otra de aquellas islas en medio del tiempo, suspendida en algún lugar del corazón de su memoria, absoluta e intacta. O quizá no era más que felicidad, pensó Therese, una felicidad completa que debía de ser bastante rara, tan rara que muy poca gente llegaba a conocerla."
A pesar de ser una lectura a veces un poco tediosa, la lectura de Carol (o El precio de la sal, como se tituló originariamente), no solo resulta interesante desde un punto de vista literario, sino también sociológico, puesto que no resultaba fácil escribir en la época en la que fue publicada sobre homosexualidad femenina, sobre todo cuando se trata de una historia tan psicológica como poco moralista: sus protagonistas son dos seres humanos que desean estar juntas, a pesar de que su decisión les va a tener como consecuencia el ostracismo social. Como explica en el epílogo, Highsmith estaba especialmente orgullosa de esta novela:
"Mucha gente debió de identificarse con Carol o Therese. Así, un libro que en principio fue rechazado, llegó arriba del todo. Me alegra pensar que les dio a varios miles de personas solitarias y asustadas algo en que apoyarse."
La versión fílmica de Todd Haynes es bastante fiel al argumento de la obra literaria, aunque intenta acercarse también al punto de vista de Carol, no solo al de Therese. Además, cambia la afición de esta última por la escenagrofía por la fotografía, una actividad que puede ser mucho menos social, más solitaria, lo que refuerza su carácter tímido e inocente. Con una preciosa fotografía y puesta en escena, Carol es una película tan psicológica como la novela, que pone énfasis en el detalle y aprovecha también para retratar una época desde un punto de vista muy intimista, siguiendo la tradición melodramática de los filmes de Douglas Sirk. A pesar de un ritmo demasiado sosegado, en esto también sigue el espíritu de la novela, resultando una obra fría, de emociones tan contenidas como el carácter de la propia Carol, auténtico símbolo del drama de quienes se atrevían a adentrarse en el territorio prohibido del amor entre personas del mismo sexo.