Revista Cine
Durante enero y febrero es habitual encontrarnos en la cartelera española con las películas con mayor relevancia para los Oscar. Ya sea por temas promocionales y publicidad gratis, así funciona el mercado del cine. En esta ocasión nos encontramos con una de esas cintas con tal repercusión. Carol forma parte de esas pocas elegidas que se pasean por la alfombra roja para dejar su sello. Una película que puede generar tal interés por aquello que cuenta o por el cómo, pero no por ser algo demasiado novedoso.
Localizada en el Nueva York de los años cincuenta, nos cuenta la historia de dos mujeres que verán sus vidas cambiadas para siempre al encontrarse. Therese Belivet (Rooney Mara) es una dependienta en una tienda de Manhattan con problemas para tomar decisiones en su vida, ya sean importantes o triviales. Por otro lado, Carol Aird (Cate Blanchett) es una mujer con un potente atractivo y con una elegancia deslumbrante, pero encerrada en un matrimonio infeliz atado únicamente por la hija que tienen en común.
En tiempos en los que ciertos debates sociales están ya (por fin) normalizándose, esta cinta se suma a perpetuar un tipo de relaciones señaladas por la sociedad. Juventud y madurez implosionan en una relación que se destaca dentro de la historia de Carol. Desde uno y otro lado el guión se dirige a estabilizar a dos personas insatisfechas que deben luchar contra sus situaciones personales y poder salir de su pequeño agujero emocional. La naturalidad reina en una obra en el que los papeles principales, tanto Mara como Blanchett, brillan por encima de una historia en la que, si bien se centra en sus personajes, su carácter melancólico puede echar para atrás a un tipo de público.
La solvencia y la sobriedad con la que está dirigida, se ve aderezada con una factura técnica interesante y bien compuesta. El uso del lenguaje visual conforma una historia que busca ese tono antiguo a través del tipo de imagen (rodada en película, no en digital) y de los ritmos pausados que pueden caer en ocasiones en la lentitud. Esa búsqueda de madurez de los planos y su prolongación pueden ser una elección acertada a la hora de acercarnos esa sensación dramática y de crecimiento de los personajes, pero puede llevar al cansancio, a una sensación de que el tiempo empleado en contar la historia podría ser ligeramente excesivo.
Una sensación extraña asalta al término de la última película de Todd Haynes. Si bien puede brillar por sus maravillosas actuaciones y la conexión entre ellas, la elegancia de su desarrollo contrasta con una necesidad de alargarlo más allá de lo que podría ser necesario, eso si, con una banda sonora que apaga en ciertos momentos esas sensaciones.
En una frase: Carol brilla por sus actuaciones pero su lentitud en ciertos momentos lastran el resultado final.
Víctor J. Alvarado