El escritor, en cualquiera de sus etapas vitales, y a pesar de estar en el sub-mundo, habrá seguido puliendo su libro hasta cien veces como marca John Gardner, maestro de cualquier escritor que se precie (ahora le sustituye Ramiro Pinilla, pero esa es otra historia). Cada vez que lo lea le gustará más y más hasta pensar que sólo unos ojos inteligentes, profesionales deberán juzgarlo de verdad. Y descubrirá por foros literarios la existencia de una casta nueva de brahamanes: los agentes literarios (mejor dicho, las agentes literarias).
Para los lectores que no tengan conocimiento de estos personajes, son como los Angeles de Charly de los escritores (algunas están muy buenas, se lo aseguro). Su labor es iluminar un libro ante los ojos deformados del editor. Y si es necesario, sacudirles con el mismo manuscrito en la testa.
Y, ¡cómo no!, destacará entre todos, Carmen Barcells, personaje ya de la narrativa española que ha dado bien de mamar a sus hijos literarios.
El escritor novísimo pensará que eso es lo que necesita, a la mismísima Barcells, alguien que entienda de literatura, que apueste por jóvenes promesas como en su tiempo Vargas Llosa o Muñoz Molina, no como los grandes editores que no entienden más que de números, y muchos ni eso, a pesar de lo que diga el bueno de García Ureta.
Así que se lanzará a perseguir a la agente por excelencia. No le importará que tenga ochenta años, o que apenas pueda leer, o que esté vendiendo su agencia literaria al mejor postor. No. Esos son incidentes leves, marginales, circunstanciales. Por eso intentará contactar con ella reiteradamente por teléfono sin éxito hasta que mande su manuscrito por mail y una persona de la agencia le dirija su acuse de recibo frío pero preciso:
Estimado Sr. escritor: Me llamo Fulanito, coordino el departamento de lectura de esta agencia literaria y le escribo estas líneas para informarle de la correcta recepción de su correo de 2 de mayo con una copia de “Dejamos la piel en el intento”. No dude usted de que leeremos su obra con la atención que merece. Tan solo quisiera comentarle que, a causa de la gran cantidad de títulos que recibimos (¡Dios mío, again!), no podemos responsabilizarnos de la devolución de los ejemplares o manuscritos enviados y que, tras el inicial acuse de recibo, no volveremos a escribirle excepto en el caso de que los informes de nuestros lectores resultasen favorables. Entretanto, es Vd. libre de realizar las gestiones que le parezcan oportunas con su obra. En el caso de que estos informes fuesen positivos, y previa comunicación con usted, podríamos sugerir hacer un número determinado de gestiones y, posteriormente, firmar un contrato de representación... Finalmente debo adelantarle que el proceso suele tardar unos tres meses. Muy cordialmente.
El escritor podrá estar satisfecho. Barcells le ha contestado. Quizá no lea en persona el manuscrito (o quizá sí, ¿quién sabe?), pero seguro que devorará el Informe de Lectura.