Revista Cultura y Ocio
Superada la frase inicial, para bien o para mal, y decidido que la frase final está al final (lo que parece bastante lógico, aunque sea redundante), el escritor neófito coge carrerilla y emborrona los primeros folios hasta que... se percata de que no sabe quién es el narrador. Parece una estupidez, como todo, pero tiene su razón de ser.Porque para los escritores opera-prima, las novelas cuentan con un autor (una especie de armador del barco) que son ellos y que dominan el conjunto con autoridad. Pero nadie les ha advertido de que tienen que nombrar a un narrador (el capitán del barco, para que se entienda), o varios dependiendo de lo sofisticado del escritor o lo rebuscado de la trama. Y esto abre un nuevo debate identitario, ya que el autor de raza (ya sabéis lo que les gustan a los críticos las clasificaciones) comienza siempre escribiendo en primer persona, pues siente que es más auténtico, que sus sentimientos se trasladan de manera directa al corazón de los lectores, cuando esos lectores no suelen tener corazón (eso todavía no lo sabe el pobre escritor en ciernes, aunque lo aprenderá pronto). Sin embargo, los escritores vagos –que son mayoría– prefieren ser narradores omniscentes porque así juegan con la información y pueden hacer algunas trampas a lo largo de la narración sin que se note demasiado.De esta manera comienza la historia, en primera o tercera persona, con uno o varios narradores, desde dentro o desde fuera, con o sin, a favor o en contra, etc. Esa historia tan deseada que se llena de contradicciones desde el comienzo cuando el autor en primera persona es capaz de leer la mente de sus colegas y saber todas sus intimidades como por arte de magia; o cuando el escritor omniscente se relaja por unos momentos y pasa a contar sus cosas sin apenas darse cuenta.Pero eso es pecata minuta. Ya lo corregirá el editor que para eso está. Llega el momento de avanzar, un avance claro, total, absoluto que se suele frenar cuando aparece el tono. Sí, querido escritor en ciernes, el tono tiene su importancia (como el ritmo, el estilo, el conflicto, etc.). Pero no nos agobiemos. Lo dejamos para la siguiente ocasión.