La formación del profesional es un contínuum, algo inacabado por su propia naturaleza. Ni todo se sabe, ni el conocimiento sobre una materia es abarcable en su totalidad por su constante dinamismo, por la aportación permanente de avances, descubrimientos y experiencias. Por tanto, la pregunta con la que abrimos esta entrada no deja de ser retórica.
Cuando terminamos nuestros estudios universitarios, ahora de Grado, antes diplomaturas o licenciaturas, se nos supone un saber, un conjunto de conocimientos capacitantes para ejercer una profesión. Al menos eso parece que se pretende, que esa es la intención de la dedicación al estudio y la práctica durante cuatro años. Sin embargo, hay un comentario repetido entre muchos estudiantes de distintas disciplinas. Ahora parece que la obtención de un título universitario sería un primer paso, al que ha de seguir el concurso en un máster si se quiere aspirar a, ya sí, un puesto de trabajo, de mayor o menor calidad.
Esta podría ser la situación de los egresados de las escuelas y facultades de Fisioterapia. Así lo recoge Tomás Gallego, para nosotros eximio profesor, al que hemos aludido en otras ocasiones en esta bitácora. Lo hace en una de las páginas de la revista “30 Días de Fisioterapia”, publicada por el Colegio de Fisioterapeutas de Madrid en este mayo. Hace una recomendación a los recién titulados, que no es otra que hay que ser crítico con la formación posgrado que se pretende. Quizá porque este potencial cliente de tanta oferta formativa es el más vulnerable e impresionable. No podemos sino manifestar acuerdo con esa idea central de su discurso. Lo hemos dicho aquí en distintas ocasiones. Y ahora que una nueva hornada de fisioterapeutas saldrá al mercado laboral, nos parece buen momento para recordarlo.
Tal vez también hay que plantearse si los novicios fisioterapeutas han sido imbuidos de ese necesario espíritu crítico. Para adquirirlo hace falta un armazón analítico que se ha de cultivar, creemos, en el pregrado. Este permitiría conocer el soporte de los procedimientos, las técnicas, los enfoques, los métodos que se pudieron ver de soslayo y que, supuestamente, precisarían una mayor profundización para ser dominados en la práctica clínica, investigadora o de gestión.
Del anterior párrafo se colige otro asunto que no, por reiterado, nos parece vano evocar. Es evidente que, como dijimos al principio, la formación es una necesidad, una obligación ética, un valor y un derecho de los profesionales. No terminamos la carrera con conocimientos acabados. Además, estos progresan, cambian, se renuevan, y es necesario leer, compartir, reaprender, recordar,…para lo que realizamos formación formal e informal. Pero eso no nos ha de hacer irreflexivos ante el hecho de que el tiempo disponible en el Grado, teóricamente 240 créditos ETCS, es decir, un mínimo de 6000 horas de formación, es más que suficiente para adquirir las competencias que, por otro lado, figuran como obligadas en el adquirente del título de fisioterapeuta en la correspondiente orden ministerial. Por eso, para terminar, insistimos en la necesidad de ese talante crítico como inapelable para el discernimiento del valor de la maraña de oferta formativa posgrado. Pero también para promover un aprovechamiento de la formación pregrado, de tal forma que mucha de esa formación adicional sea innecesaria.