Dos historias, dos personajes
Dice David Foster Wallace que el cine de David Lynch habla del “mal como entorno”. Podríamos ir más lejos y aventurar que una de las obsesiones endémicas del director de Cabeza borradora (1977) es visualizar ese mal (o por lo menos un concepto difuso de mal) en el marco del American Way of Life contemporáneo: recuérdese, por ejemplo, el inicio de Terciopelo azul (1986), esa cámara de objetivo macro que penetra en el submundo de un jardín cualquiera de clase de media para revelar (en imágenes pero, sobre todo, en sonido) la podredumbre de insectos y larvas que subyace bajo las relucientes vallas blancas y el brillante césped verde. El mundo, parece sugerirnos Lynch, el verdadero mundo, es sólo una cuestión de mirada, pero muy pocos están dispuestos a echar una ojeada debajo de su alfombra. Carretera perdida (1997), primer largometraje de Lynch tras el (largo) fenómeno de Twin Peaks, corrobora esta tesis con una contundencia pocas veces expresada en el cine del artista estadounidense.deconstrucción del canónico thriller psicológico
Con una estructura especular (dos historias, dos personajes que podrían ser el doppelgänger del otro), Carretera perdida concentra su mirada en excavar en los pliegues de la sociedad norteamericana moderna mediante la oposición de dos formas de vida contrapuestas pero complementarias: la de un músico de jazz, Fred, acusado del asesinato de su esposa, y la de un joven mecánico, Pete, con tratos con la mafia: dos estratos de la misma sociedad que Lynch vincula a través de un macguffin más kafkiano que hitchcockiano: la inexplicable aparición de Pete en la celda donde se encontraba confinado Fred. Es precisamente en la deconstrucción de las convenciones que rigen el canónico thriller psicológico, donde la película encuentra su identidad como ejemplo paradigmático de la poética lynchiana. Lugares comunes del subgénero como el motivo del falso culpable, el vouyerismo, la femme fatale o la investigación policial de un hecho aparentemente inexplicable devienen en Carretera perdida en meras situaciones de base para dar rienda suelta a lo extraño (en el sentido que Todorov le otorgaba, aquello que se encuentra a caballo entre lo sobrenatural y lo realista). Lo extraño como un medio para visualizar ese entorno del mal del que hablaba Foster Wallace. No importa el porqué, dice este filme, importa el hecho, y el hecho es que el mundo es un lugar plagado de acciones y personas eminentemente malvadas.Rubén Sánchez Trigos
De los gritos de dolor del expresionismo a los más inquietos thrillers europeos sin olvidar los grandes clásicos de Hollywood, el equipo PRÓTESIS te trae el comentario crítico de cincuenta títulos escogidos. Este ensayo colectivo ha sido realizado por el Equipo PRÓTESIS para el número 8 de su publicación en papel, coordinado por David G. PanaderoNo te pierdas el monográfico