Revista Educación

Carretera ya

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Unas piedritas de nada en la carretera de La Aldea

Unas piedritas de nada en la carretera de La Aldea

Si miran rápido la foto que acompaña a esta entrada verán un desprendimiento en una carretera y unos operarios que tratan de dejarla limpia lo antes posible para volver a abrirla al tráfico. Pero si se detienen un poco verán mucho más. Detrás de esas piedras hay gente. Hay un pueblo castigado por la lejanía y el abandono y por una tasa de paro del 40%. Hay un pueblo maltratado que sufre la desidia de los gobernantes. Hay personas que tienen que transitar por esa vía todos los días, sin saber si van a llegar a puerto sanos y salvos o no. Hay enfermos crónicos que no saben si los matará su enfermedad o morirán en esa carretera en la que pasan la mitad de la vida (casa – hospital – casa). Hay madres esperando una llamada de teléfono que confirmen que uno ha llegado bien. Hay helicópteros jugándosela para aterrizar en días de mal tiempo porque es la única manera de evacuar enfermos o accidentados en esas circunstancias. Un poco más atrás todavía, si miramos bien, vemos jóvenes con un acceso limitadísimo a la cultura y a la formación: la educación superior, en la mayoría de los casos, es un lujo que no todos se pueden permitir. La opción, limitarse a la oferta local y ahorrarse el camino. O largarse del pueblo, cosa que muchos se verán obligados a hacer tarde o temprano, porque incorporarse al mercado laboral viviendo en La Aldea y trabajando fuera es jugar a una lotería siniestra.
Del otro lado vemos también profesionales de otras zonas de la isla que se la juegan de la misma manera. Esas piedras no sólo son una maldición para los nativos, también para profesores, sanitarios, repartidores o técnicos foráneos que ven La Aldea como el peor destino laboral que pudieran tener, una suerte de destierro al que hasta los más valientes se enfrentan con el ceño fruncido.
Detrás de esas piedras hay muertos. El último, hace cuatro años, un agente de la Guardia Civil que murió sepultado. Detrás de esas piedras, si miran bien, verán un pueblo tranquilo al que se le está acabando la paciencia.

 


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