Revista Ciencia

Carritos de la compra de alto voltaje

Publicado el 14 marzo 2011 por Marcredondo
Carritos de la compra de alto voltaje

Carritos de la compra de alto voltaje

Cuando llegamos a un supermercado todo te invita a comprar. Paneles enormes con descuentos, música a todo trapo, orden escrupuloso en las estanterías y mil colores que hacen que, inconscientemente, afiles la tarjeta de crédito al salir por caja. ¿Todo pensado al milímetro? No. Todo no.

¿Por qué los carritos de la compra dan estos calambrazos? No es que te pase levemente la corriente o te den un cosquilleo como pasa al chupar las pilas de botón. Producen unas descargas dolorosas, sonoras a veces y que a uno se le quitan las ganas no solo de comprar, sino de hacer cualquier cosa. Además, cuando vas dando el paseo por los pasillos y sabes que llevas unos minutos sin recibir… andas cuidadosamente para no tocar la parte metálica del carro pero entonces… ¡¡¡tzzz!!! Otra vez.

El problema de estos carros es que están aislados del suelo. Su toma de tierra es de plástico y durante tu viaje por el centro comercial va friccionando el suelo. Todos hemos oído eso de que si vas con zapatillas con suela de plástico te vas cargando de electricidad estática hasta que tocas algún objeto conductor, como un metal o incluso otra persona. En las grandes superficies, además, suele haber muy poca humedad por los climatizadores y en estas situaciones el aire se hace menos conductor y los objetos retienen mejor los electrones.

Cuando el carro acumula un exceso de carga eléctrica necesita descargarse como sea para volver a su estado normal. Lo más cerca que suele haber son tus dedos. Si llevas un anillo aún se lo pones más fácil. Aunque no haya contacto directo, la transmisión de electricidad se produce a través del aire y el cabreo posterior aún es mayor.

A no ser que a los carros les pongan una toma de tierra como llevaban antes los coches en la parte trasera, parece ser que la única solución que nos queda para descargarnos es soltar un buen exabrupto tras el calambrazo. Uno se queda a gusto.


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