Por lo general Disney Pixar nos tiene acostumbrados a un nivel realmente alto en sus producciones veraniegas. El verano pasado fue Toy story 3 (2010), el anterior Up (2009), el otro Wall-E (2009), cierto es que muchas de estas tienen sus fallos, pero siempre fueron divertidas y de una calidad más que aceptable, en algunos casos incluso rozando la maestría. Pero la lacra de todas estas producciones animadas es sin duda la saga de Cars.
Partimos de la idea de que contar una historia en la que los protagonistas sean coches con ciertos rasgos humanos es realmente difícil a la par que estúpido. Tratan de asemejar los coches con el comportamiento humano y lo que consiguen son unos personajes que no tienen ni movimiento ni expresividad corporal, como era de esperar, ¡son coches, qué más se les puede pedir! Si ya la primera tenía un guión bastante simplón esta segunda es sencillamente terrible.
La premisa argumental de la que partíamos en la primera parte daba para bastante poco, y si además se saca una segunda parte esto es insostenible. Tratan de mezclar las carreras de Rayo McQueen con una trama de espías en la que se mezcla su mejor amigo. Por supuesto no tardan en volverse sensibleros, pelea entre amigos y ahí perdemos quien es el verdadero protagonista de la película, McQueen por un lado y la grúa por otro, y curiosamente las payasadas vergonzosas del segundo pisan el insustancial hilo argumental que mantenía el coche rojo protagonista de la anterior entrega.
El resultado es un bodrio aburridísimo como pocos podremos encontrar ahora mismo en pantalla, una película tontísima, que no sabe a donde quiere dirigirse y eterna, hora y tres cuartos de chorradas. No se torturen a sí mismos ni martiricen a los más pequeños de la casa con semejante película, hasta los que tengan un criterio más abierto terminarán por aburrirse de este film.