Revista Libros
Estimado Bryce:
Hace muchos años de nuestro último y único encuentro. Tú ya no estás casado con aquella profesora de lingüística, ni yo continúo con el profesor universitario a quien esa noche acompañé a la cena que se celebraba en tu honor en un restaurante madrileño. La vida ha cambiado mucho para ambos. Conocer al autor de Un mundo para Julius significaba un acontecimiento en mi vida, que no se vio defraudado al escucharte durante aquella velada que sólo tú salvaste e hiciste divertida. Yo aún era una alumna en último curso de carrera, sin nada que demostrar, pero los demás, como tarzanes del intelecto sin faringitis, andaban muy preocupados esa noche por hacer alarde de sus progresos, sus conocimientos y su valía profesional. Tú aún no habías escrito La amigdalitis de Tarzán (libro que por cierto alguien tomó prestado y nunca regresó a mi biblioteca). Después de publicar esta novela te fuiste de Madrid. Precisamente durante la presentación de este libro en la Casa de América, los del equipo de la editorial Alfaguara te gastaron una broma con aquel vídeo que tenía esa canción que dice: “Te vas, te vas, te vas, pero aún no te has ido”, haciendo alusión a las muchas veces que tú habías dicho que te ibas de España. Pero esta vez fue cierto, y te fuiste de veras. No sé si estás a gusto viviendo en otra parte, pero aquí nos quedamos sin el escritor que sabía cómo manejar a su público. Con tu voz arrastrada, casi susurrante como se habla a los amigos en la barra de un bar, nos contabas cuentos maravillosos, y a nosotros, tus lectores, poco nos importaba si esas anécdotas eran ciertas o producto de tu desbordante imaginación. Al fin y al cabo qué es la literatura sino una sarta de mentiras.
Pero hoy amigo Bryce no te escribo para halagarte, todo lo contrario, me dirijo a ti porque quiero que sepas que he leído tu último libro de relatos El rey de las curvas, y el escritor que conozco como Bryce Echenique apenas lo he hallado en sus páginas. Y quiero subrayar lo de escritor porque la persona de nombre Bryce está en todo el libro. De todos los relatos, salvo a uno del fuego, precisamente el que da título al volumen y el titulado Las manías del tío Rodolfo, el resto son fragmentos de un diario de la vida de Bryce, pero sin la frescura, la ironía desenfadada, y la sorpresa, tan característicos de tu estilo. Quiero contarte que no sólo me he llevado una decepción sino que además, cosa increíble que me pase con tus libros, es que me he aburrido soberanamente. A mi modo de ver lo que falla no es el fondo de lo que narras sino la forma que has escogido para contarlo.
Sabes que no todo es publicable y hay cosas que debieran quedarse para siempre dentro de un cajón, y no por respeto a los contratos con las editoriales, sino por respeto a uno mismo y a sus lectores. No te preocupes, seguiré leyendo lo que escribas y además, prometo escribirte de nuevo.
Recibe un abrazo cariñoso.
P.D. Por favor, si no te importa, coméntales a los de la editorial que si no tienen inconveniente, me devuelvan el importe del libro por transferencia.