Querido Jean-Luc,
Tengo que confesarte que esta carta comenzó siendo una reflexión acerca de cómo acaban las cosas cuando se acaban y una recopilación de los acontecimientos más importantes que han sucedido a lo largo de los 5 años que ha estado funcionando Juventud en Marcha: de los proyectos emprendidos, de la participación en los seminarios a los que he sido invitado para hablar de Nuestras Humanidades, e incluso de un inesperado mal momento provocado incompresiblemente por una persona sin ningún tipo de escrúpulos que hizo pasar como textos originales lo que no era más que una mera traducción de textos ya publicados en algunos medios franceses. Sin embargo, me parece más interesante poner fin a este espacio de pensamiento dedicándote estas líneas. Qué hayas sido la persona elegida ni es casual ni obedece a una moda. No quiero utilizar tu nombre como reclamo, a modo de auto-bombo para venderme como un buen crítico que se atreve a hablar a su público de películas que vende como “extrañas”. Te lo prometo: nunca he escrito sobre la relación de tus imágenes, sonidos y palabras mediante un tono periodístico, sociológico o adoptando la postura de mero fan. Nunca he emulado a todos aquellos que adoptan una actitud parecida a la de una quinceañera enamorada de Justin Bieber antes de uno de sus conciertos, cuando presentas una película en un festival para después olvidarla al día siguiente. Es decir, la de cualquiera que cubre un festival para cualquier medio del mundo. Mis razones, por el contrario, son de peso. Dos, concreta y fundamentalmente.
Por un lado, porque buena parte de las citadas Nuestra humanidades las he sostenido sobre los frames de alguno de tus trabajos. Sobre todo de Film Socialisme (2010). Película que ha vertebrado una reflexión constante sobre el presente alrededor del naufragio del Costa Concordia, de ese barco que hiciste espacio protagonista en tu film. Nunca pudo llegar a hundirse del todo y ahora le han reflotado para llevarle a desguazar al puerto de Génova, al lugar del que partió por primera vez. Aprovechando la circunstancia he decidido poner fin a Nuestras humanidades y a este soporte donde se desarrollaron. Aunque, realmente, el verdadero fin lo pondrá la película Costa Concordia fuera de este espacio, a su paso por diferentes festivales internacionales a los que ya ha sido enviada. (Te la paso con la traducción al inglés de esta carta que he enviado a tu productora.)
Por otro lado, dado que nadie (que sepamos) se ha dignado a contestar la carta que enviaste a los directores del festival de Cannes este año 2014 justificando tu ausencia en el festival. Bueno, tu ausencia ficticia, porque mi amigo Vicente y yo estuvimos contigo en el festival. ¿Te acuerdas? Así quedó la entrevista. Me parece acojónante que nadie de toda ese trouppe que te alaba y aplaude no haya tenido la buena educación de contestarte. Es lo menos que mereces tú y la carta. Así que, sin duda, me he visto en la obligación de ofrecerte esta respuesta. Te cuento.
Khan Khanne (2014) me parece un estudio acojonante del “tiempo” a partir de las “marcas” y las velocidades de la imagen-video. Pero creo que no es el lugar para comentarte todo los hallazgos que tiene (y que ya sabes que tiene), aunque haya sido vista como uno más de tus videoensayos… Mi respuesta también en es una video-carta en movimiento, titulada Can-Cán para seguir con el juego de palabras que has iniciado partir del nombre del festival de Cannes. Pero mi Can-Cán no hace referencia a ese baile tan francés en el que seguro estás pensando. Can-Cán son posibilidades: palabras que pueden ser traducidas para dar en algo así como “El poder del perro”. La traducción de Can desde el inglés es “Poder”, y desde el gallego es “Perro”. Inglés y gallego: dos idiomas sin país. Uno por exceso y otro por falta. El inglés es el idioma originario de varios países, como EE.UU e Inglaterra, y ha pasado utilizarse en todo el mundo como idioma universal. Circula libremente y ya no puede ser considerado como algo propio de un país. El gallego es un idioma que se habla en Galicia, una pequeña región Española. Es un idioma minoritario, y aunque hablado mayoritariamente dentro del territorio gallego, no está referenciado, no pertenece a un país que se pueda denominar como tal. Por lo tanto, ambos son idiomas sin una nacionalidad, sin una identidad estatal propia. Pero como son “la cosas”: estarás conmigo si te digo que de esta paradoja nace un poder especial, el poder de decir adiós al lenguaje…
Por último también te tengo que confesar que esta carta, que esta respuesta en imágenes, tenía otra motivación más íntima: me hacía ilusión que mi perro Berny estuviera puesto en relación con tu perra Roxy. Can y can: Berny & Roxy, ¿a que suena bien? Después de ver tu último trabajo imaginé una segunda parte de Adiós al lenguaje que evolucionara la reflexión de la primera, y que tratara sobre la vinculación de los vínculos que utilizamos los humanos para llegar a serlo. Los perros más allá de un mero “entre ellos” para pasar a ser tratado como un “ellos”, lo que realmente son. Pero todo esto está por definir y venir.
Adiós Jean-Luc. Gracias por leer y mirar esta carta. Adiós también a todos los que habéis pasado por aquí, regular o eventualmente, y muchas gracias por haber dedicado parte de vuestro tiempo a leer y mirar Juventud en Marcha.
Ricardo Adalia Martín.