“Estimado San Valentín, nunca te he pedido nada. De hecho, siempre has pasado desapercibido para mí… considerándote un invento de El Corte Inglés y demás centros comerciales que buscan hacer su particular agosto tras la sufrida cuesta de enero, imagínate…
Pero este año, no sé, es diferente. Quizá sea que la vida me está abriendo los ojos, pero necesito pedirte algo. Camino de los 39, habiendo alcanzado la plena satisfacción profesional y una posición económica bastante cómoda, me siento realmente vacía, sola… Hasta ahora me servía mi vida tal cual… oficina, gimnasio, cañitas y lo que surgiera. Pero últimamente me falta el aire.
Hace tres semanas conocí a alguien. No sé cómo se llama, sólo sé que me ha hecho replantear la estructura que soporta mi vida… fíjate que hasta me estoy dirigiendo a ti! Sólo sé que le gusta desayunar un cortado y una barrita con tomate mientras lee el periódico gratuito que coge en la estación del metro, que aparentemente no tiene compromiso porque no lleva alianza y poco más, la verdad. Por eso te necesito… San Valentín.”
Hace unos días os pedía que compartierais en el blog vuestra historia de San Valentín, entonces recibí el email de Ana. Efectivamente, no es el tipo de historia que me imaginaba que podría llegarme, pero creo que merece la pena compartirla y ayudarla a invocar a San Valentín, a Cupido o al Amor como queramos llamarlo.
¿Habéis pasado por una situación similar?
¿Y vosotr@s? ¿Os animáis a contarnos vuestra historia de San Valentín?
Joyas para San Valentín