Revista Arquitectura

Carta a un joven arquitecto

Por Flecanda

El sábado 16 de Marzo tuvo ocasión la cuadragésima sexta promoción de Arquitectos titulados en la Universidad de Navarra, de la que me enorgullece ser miembro.

En un día lleno de alegría y felicidad, en el que lo que importaba realmente no era nuestro logro por “terminar la carrera” sino el dar las gracias de corazón a nuestros padres que tanto han aguantado y que sin ellos esto habría sido imposible, porque como decía Gabriel Marcel: “lo más profundo que hay en mí, no procede de mí”.

XLVI

Nos juntamos un grupo de arquitectos que sin miedo y con la misma ilusión con la que empezamos, nos lanzamos a esta nueva etapa de nuestra vida. Sí, con la que empezamos y seguimos porque está carrera que no acaba aquí, esto no ha hecho más que comenzar.

Del acto quiero destacar la “última lección” que recibimos de nuestro Padrino, Miguel Ángel Alonso del Val, de la que me apoyo para transmitiros este día tan especial.

Se dirigía a nosotros para recordarnos que lo que muchos mayores ven como problemas generacionales o quiebras culturales pueden ser verdaderas oportunidades. En una época dominada por la presencia de continuas distracciones, el impulso de la originalidad contenido en cada lección del arte de proyectar debe ayudarnos a descubrir nuestro verdadero proyecto vital: el que se construye con entusiasmo, que en griego significa “con inspiración divina”, mientras se camina abierto a los demás; el que no sucumbe ante la pura búsqueda de imagen y notoriedad.

El conocimiento, basado en la alquimia, en la integración de imitación y experiencia más que en el sumatorio de imágenes y reseñas. Unas destrezas que nos otorgue confianza en esta profesión y nos transforme en personas creadoras al servicio de otras personas para dar siempre “liebre por gato”, para regalar arquitectura como una respuesta verdadera ante necesidades humanas reales porque siempre lo bello añade credibilidad a lo inteligible. Nada nos personaliza más que lo que nos exigimos sin obligación y nada nos hace más ricos que aquello que regalamos.

Esta profesión es una carrera de fondo en la que los conocimientos tardan en asentarse y la experimentación es lenta. No nos tiene que impresionar quien crezca como la yedra a base de trepar sobre otros, sino quién resista y se forje, se deje dar  forma hasta el final. Hay que perseverar con la sabiduría contenida en aquel viejo proverbio Zen que nos citó en la primera teórica: Nunca digas que sabes pues te preguntarán hasta que no sepas, di siempre que no sabes y te enseñarán hasta que sepas.

Nos aconsejó nunca olvidar que no gana el que se impone sino el que convence, vence con los otros. Que no se debe mezclar lo personal con lo profesional, ni anhelar clanes de “almas gemelas” para encubrir inseguridades sino espíritus críticos que nos obliguen a integrar las evidentes contradicciones de la profesión. Para colaborar se necesita generosidad de miras y de esfuerzos: Que tus aciertos sean del otro y que sus errores sean tuyos también.

Y no quisiera acabar sin antes recordarnos que somos dignos de confianza, que en nuestro interior hay argumentos para la esperanza y que son apreciables por sí mismos porque cualquier ser humano vale más que toda la Arquitectura.

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Archivado en: Arquitectura, Ignacio Fernández-Alonso Tagged: arquitectura, ETSA UNAV, lección, Licenciaturas, promoción
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