Revista Opinión
Bueno, tengo que aceptarlo, forma parte de mi triste destino.
Voy por la vida desagradando a las personas que más estimo, pero eso, sí, en absoluto tengo yo la culpa, todo lo contrario, soy la víctima de que la gente se haya acostumbrado a pensar a base de estereotipos.
Hace unos meses, en un debate que tuve con mi mejor amigo, Futbolín, la persona fuera de mi familia a la que más aprecio,tuve que decirle, “y, ojo, Carlos, no cometas conmigo el error de creer que yo soy uno de esos tipos con los que discutes en Faceboot”.
Mi querida Lucía, porque yo te seguiré queriendo aunque tú te vayas de aquí, esencialmente enfadada, como parece que estás, pero te juro por mis muertos que la culpa no la tengo yo sino tú, que me estás aplicando a mi todos esos jodidos estereotipos de las discusiones entre feministas y machistas y yo, coño, ¿cómo no te has dado cuenta todavía?, soy diferente.
Y lo soy no porque mi pasta haya sido distinta sino porque mi jodida, mi puñetera, mi canallesca vida me ha hecho distinto.
Mira, Lucía, yo ando por aquí con dos direcciones de email: una, [email protected] y otra, [email protected] y el título que le di a la 2ª no es fruto de mi inventiva literaria sino el apelativo o mote por el que se me conocía hace ya 70 años en mi pueblo de Mula. Yo era allí el hijo del conde porque a mi padre, el tío más exquisito y culto que yo he conocido en mi vida, le llamaban “el conde” porque el jodido además de sus modales absolutamente aristocráticos no había dado puto golpe en su vida.
O se que las que sí que tuvieron que dar muchos golpes en la suya, las que se mataron trabajando como negras para sacarnos a nosotros, 3 hijos y 1 hija para adelante, fueron mi madre, una auténtica “madre coraje”, el tipo humano más valioso que he conocido en mi vida, mi tía, que dedicó toda su existencia a que yo pudiera estudiar y mi hermana, que trabajó como una fiera desde niña para que en mi casa comiéramos de vez en cuando.
O sea, Lucía, que no era mera palabrería, jodida literatura, cuando yo escribía el otro día que por lo menos estas 3 mujeres no sólo me alimentaron y vistieron y cuidaron, mientras yo estudiaba como un jodido zángano, yéndose incluso las 3 de temporeras a la vendimia francesa, sino que los pocos días que convivían conmigo me hacían objeto del trato amoroso más grande y noble que yo he conocido.
Mientras, mi padre, “el conde”, murió sin dar golpe.
Yo, sí, en mis cortas, cortísimas vacaciones, hice los 7 cursos del bachiller con el examen de Estado en 3 años, mis días libres iba a la fábrica de conservas de Pepe Hernández a recoger los huesos de albaricoque y de melocotón que mi madre, mi tía y mi hermana, partían.
No es la forja de un rebelde ni tampoco el Inglaterra me hizo así pero las he pasado canutas. Y tengo la absoluta convicción de que sin el denodado esfuerzo de estas 3 mujeres yo no sólo no hubiera estudiado sino que no estaría aquí porque me hubiera muerto de puñetera hambre, así, que venirme ahora aquí, las maravillosas feministas del mundo, a enseñarme a mi, qué es una mujer, hasta qué punto llega su capacidad de amor y sacrificio, de lo que son capaces, porque mi madre fue, a todo esto, una magnifica maestra de escuela y mi hermana la mejor actriz que yo he conocido, pero ninguna de ellas tuvo el menor inconveniente de ir a las vendimias francesas y a la fábrica de conservas de Pepe Hernández mientras yo, el canallesco “hijo del conde”, seguía estudiando.
A mi no tiene que venir a gritarme sus eslóganes ninguna sufragista porque yo soy más sufragista que ella; a mi no tiene que venir a pedirme mi voto para que se apruebe la ley contra los maltratadores porque soy hijo de maltratador y maltratada y sé lo que es eso de verdad, no lo he leído en ninguna novela ni lo he visto en el cine o en la tele.
Lo que yo trataba de decir ayer en mi post pero ya advertía allí que es muy difícil es que mi sufragismo, mi feminismo, lo he mamado en las tetas de mi madre, lo he olido en su vestido traspasado de sudor cuando salía de la fábrica, y en sus ojos llorosos, empañados de dolor y cansancio, de modo, sufragistas, feministas, que yo soy, no lo dudéis un momento, el más furibundo partidario de los derechos, todos los derechos de la mujer, no sólo de la que es una lumbrera de la informática como mi hija Cristina, a la que los usanianos no renuncian a llevarse a Cabo Cañaveral, sino también de la que viene a fregar las escaleras del edficio en el que vivo, pero también lo soy, sí, y con qué cojones, para exigir a una magistrada que está abusando de sus facultades jurisdiccionales para proteger a un jodido pepero, que no abuse del derecho a la voz y al voto que mi madre, mi tía y hermana ganaron y ejercieron no sólo luchando en todos los ámbitos contra la opresión femenina que no le permitía, por ejemplo, a mi hermana estudiar como lo hacía yo, sino también yendo a cuerpo limpio a todas las manifestaciones que al efecto se organizaban y ahora ven como una tía que luce cada día un modelito, que hace sus sesiones de rayos uwa y que acude a su despacho muy cerca de la una, protege a un jodido empresario estafador que ha chupado no ya el sudor sino también la sangre de todos los trabajadores que ha tenido.
Por supuesto que éste no es el caso de la juez Carmena a la que he tenido el honor de conocer personalmente ni otros miles de juezas y abogadas y funcionarias judiciales, mucho más abundantes ya, gracias a Dios, que los hombres, mi requisitoria en forma de artículo, bajo el título de las superwomans, no iba contra ellas como tampoco contra mi madre, mi tía y mi hermana, a las que debo no sólo lo que soy sino también el hecho de seguir viviendo.
A ti, Lucía, te ha ocurrido como a futbolín, que confundió también el culo con las témporas, y pensó que yo era socialista porque criticaba al 15 M por su postura neutralista y equidistante cuando el PP se preparaba para acceder al poder y hundirnos, como lo ha hecho, a todos en la puta miseria, y le exigía yo el acto de inteligencia política que supone admitir que en determinados momentos dialécticos la abstención es el peor de los crímenes, como veo que le ha pasado también a Bateman, cuando admite tu acusación contra el supuesto hecho de que yo viera bien que la SICAR hiciera todo lo posible porque los hijos de los pobres llenaran la Tierra, al propio tiempo que, coño, alababa a China por limitar por Ley el número de hijos de las parejas.
Es por eso que yo, a veces, siento la tentación de dejar de escribir para los demás y hacerlo sólo para mi mismo, por las limitaciones que tengo de lenguaje, pero, por otra parte, creo que sin la crítica de Lucía, aún radicalmente equivocada por no haber comprendido cuál es en realidad mi posición, yo nunca hubiera podido siquiera acercarme, tal como lo he hecho, a la clarificación total de mi pensamiento al respecto.
Por favor, Lucía, te ruego a ti, como antes lo hice, parece que con éxito a futbolín, que no me apliques clichés ni estereotipos, yo soy lo que y como soy, y no debes confundirme con otros por mucho que te suene mi canción, que, te lo aseguro, es completamente distinta a las que suele aparecer por esos jodidos foros de debate.
Yo sería un mal nacido, el peor de los hijos de puta, un canalla con pintas, si aceptara como natural aquel formidable sacrificio de mis 3 mujeres, si no proclamara a los 4 vientos, si no luchara porque las mujeres que a hora sufren lo que ellas soportaron no pudieran tener acceso en igualdad de condiciones a las posibilidades de ser y de ocupar los mismos cargos que todos los jodidos varones de la Tierra.