Ilustre Pablo Iglesias Turrión, líder de Podemos, miembro del Parlamento Europeo y doctor en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid: le escribo esta carta con la intención de exponer las dudas que muchos de los mortales, o "casta" como ustedes los llaman, tenemos sobre usted, su partido y su programa electoral, y que esto sea motivo suficiente para su reflexión y crítica.
Me encanta su programa, lo adoro como a un Dios omnipotente, omnipresente e inmutable; como a un Dios inalcanzable de cuya figura terrenal se ocupa una Virgen, en este caso, de género masculino; como a un Dios nuevo y revitalizado, que ha venido para responder a los temores de la población bajo premisas sencillas y fáciles de seguir. Mi problema, señor Iglesias y demás miembros de Podemos, es que soy agnóstico. Me encantan todas sus promesas, sus vanas palabras y sus deseos de democracia y anti-corrupción, pero, al igual que ocurre con la religión, no me la creo ni borracho -perdónenme el vulgarismo-. Como decía Serrat: "Me gusta todo de ti, pero tú no."
Este es un sentimiento que expone muy bien Miguel Ángel Benítez en su artículo ¿Realmente puede Podemos?:
El proyecto de Podemos se plantea como la materialización del dogma que el que manda es el pueblo, y todos tenemos voz en el proyecto final. Que todo se decide entre todos, lo más parecido a una democracia real. Si eso fuera así, el proyecto estaría por encima de las personas. ¿Alguien piensa que este proyecto tendría alguna posibilidad de no estar en él Pablo Iglesias? Quieran o no, se trata de un proyecto muy personalista, y su posibilidad de éxito o fracaso depende en gran medida de una persona. Eso es peligroso.
Por otro lado, encuentro esencialmente curiosas sus acusaciones contra los demás partidos, en cierta medida legítimas, pero que exceden su papel de político modelo. Emplea usted el término "casta" con una ligereza que me resulta pasmosa. Se referirá usted a aquellos que han saqueado cajas de ahorros; se referirá usted a aquellos que pagaron con tarjetas black; a aquellos que sientan su trasero en los puestos de administración de empresas estratégicas; a aquellos repugnantes corruptos, pero usted, con esa infame coletilla, llama casta a todos aquellos que confiamos en quienes simplemente se limitan a ejercer su cargo con el mayor decoro posible. ¿Y luego se sorprende de que le tilden de populista?
Esa casta, como usted la llama, está aterrorizada con su figura. Sin embargo, debería revisar su discurso, especialmente las coletillas. Le pongo como ejemplo esta reflexión suya del 5 de marzo de 2012 en la red social Twitter:
Tenga cuidado Señor Iglesias, y esto no es una amenaza, sino una mera advertencia. Me llama usted casta. Nos llama usted casta. Ciertamente, mis, nuestros privilegios son abultadísimos: un televisor de tubo, un coche financiado a diez años, una hipoteca de veintitrés, un hogar de noventa metros cuadrados... En fin, tan lucrados estamos que hasta podemos tener hijos, fíjese. Pero tan avariciosos somos que en vez de tener siete, tenemos uno, no porque no podamos, sino por pura usurería y desprecio hacia la vida, el bienestar y la razón.
Así mismo, podría yo, y otros tantos, decir que el problema no es usted, sino los millones de gilipollas que les votan. Aunque quizás no iría desencaminado, pues no es usted más que una figura generada por la indignación del pueblo, ni se me ocurriría afirmarlo, pues detrás de las ideas de una persona hay otras muchas, millones, en las que encontramos variaciones. No todos somos Rato; no todos somos Felipe González; no todos somos Bárcenas; ni todos somos la Troika. Su deseo de generalizar me provoca terror. Auténtico terror. Los ejemplos a lo largo de la historia se suceden como fichas de dominó. Y la última de esas fichas siempre cae como una losa para el hombre.
Su programa, por otra parte, es fantástico para un niño de cinco años capaz de hacer cualquier cosa por un caramelo, sin importarle las consecuencias. En este caso, son los padres los que responden. Y ustedes, ¿responderán en caso de que su fabuloso programa sea imposible de realizar, o, lo que es más, responderán si por realizar sus utópicas promesas nos llevan a una situación económica insostenible? ¿Están dispuestos a gobernar, no solo a sus votantes, sino también a la casta que tanto han criticado? La respuesta, no sea hipócrita, Señor Iglesias, es clara.
Los ciudadanos les votarán, no lo tengo en duda. Saldrán elegidos como una de las fuerzas mayoritarias si no la que más votos haya obtenido. Las encuestas apuntan a ello. Sin embargo, sus ideas son irrealizables y llenas de sentimiento utópico. Son ustedes un partido de castigo, no un partido de ideas.
No quiero extenderme mucho más. No quiero entrar en sus constantes y cansinas apariciones en televisión; en sus controvertidas declaraciones; en su negativa a autodefinirse como un partido de índole comunista. Son ustedes el reflejo de la indignación del pueblo, y usted, Señor Iglesias, su mártir. "La indignación no es un sentimiento político", dijo Otto von Bismark. Y ustedes, claro está, tampoco.
"Carta abierta a Pablo Iglesias, líder de Podemos"
por Adrián Calvo, para The Speedy News
Domingo, 2 de noviembre de 2014
Agradezco a Miguel Ángel Benítez el haberme propuesto este tema para el debate y el intercambio de ideas en su entrada "¿Realmente puede Podemos?"