Revista Psicología

Carta abierta: sobre lo que fuiste y lo que eres

Por Rms @roxymusic8
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Ya nada es como antes, es mejor.

Esta reflexión salió de repente al estar viviendo una experiencia única por ser inédita. Muchas personas se lamentan por tener un pasado o por no volver a tenerlo. De entre esas personas me encontraba yo. Lo digo en pasado y lo remarco porque es importante. Me encontraba entre esas personas porque todavía no había dado con una clave importante. Cuando uno empieza a conocerse y a conocer las cosas, sus causas y todo cuando las envuelve, la actitud cambia e incluso el sentido de todo. Es como vivir de nuevo, como si de repente se contara con una segunda oportunidad. Digo segunda oportunidad y no nacer de nuevo porque, todo hay que decirlo, no se trata de eso sino de reconstruir con lo que se tiene.

La existencia de uno depende de que vive, de que participa de la vida y se relaciona con las personas que forman parte de esa vida también. La existencia de uno depende de que se enrola en la vida, trabaja en y por ella, y utiliza su inteligencia y voluntad para el bien común. La existencia de uno depende de que crece con las experiencias, las vivencias y las relaciones que tenga en esa vida que se le regala. La existencia de uno depende de que piensa, siente, se emociona, gusta y tiene contacto con la realidad que le envuelve. La existencia de uno depende del vivir y de cómo viva.

La existencia de cada persona es diferente, no sólo por ser cada persona única por sí misma sino por las circunstancias que envuelven esa existencia. No hay ninguna persona con idéntica existencia que otra aun habiendo compartido vivencias y experiencias pues el mundo interior de cada uno es, eso, un mundo. Quien quiera empeñarse o anhelar la vida de otro no hace más que perder el tiempo e ir a la deriva. No podemos pretender vivir lo que no se nos ha pedido vivir ni pensado que vivamos. Las comparaciones, tanto propias como ajenas, no llevan a ninguna parte salvo a la desesperación. Sólo una comparación es buena cuando ésta es de admiración porque nos incita a sacar lo mejor de nosotros mismos al ver que otra persona lo ha conseguido.

Volvamos al pasado. ¿Recuerdas por todo lo que has pasado, todo lo que has vivido hasta la fecha? Tantas y tantas experiencias, personas y momentos. Todo ello ha contribuido a que hoy seas quien eres en sentido a cómo te relacionas, qué actitud tengas en la vida, cómo piensas y argumentas… Personalmente creo que lo que fuiste y lo que eres están estrechamente relacionados. Es justo la madurez, es ese puente casi invisible pero palpable en la medida que uno se da cuenta de su vida pasada y de la que tiene delante. Lo que fuiste en un tiempo por ese cúmulo de experiencias o falta de ellas, esa variedad de gente que conociste o dejaste de conocer y todos esos momentos aislados pero importantes que aparecieron en tu vida o dejaste pasar. Y ahora lo que eres después de haber vivido o dejado de vivir todo aquello. Ahí está el puente, el cambio de perspectiva o de rumbo.

¿Qué pasaría si sólo una cosa cambiara esa perspectiva o rumbo en tu vida? Y que lo hiciera para bien. Así está pasando en mi vida. Quizás en mi caso el rumbo no ha cambiado pero sí la perspectiva de ver más allá, de profundizar en el sentido de cuanto he ido viviendo y hacerlo con serenidad. Sí, eso me dijeron hace poco “se te ve serena a pesar de todo”. Y que te digan eso alegra y llena de esperanza: las cosas se están haciendo bien después de tanto tiempo. ¿Cómo cambia la perspectiva o el rumbo? Con el testimonio. De una cosa estoy bien segura: sólo tu vida puede mover a otros a cambiar la suya. Sólo tu testimonio de vida puede remover tierras secas, obstruidas u olvidadas en otros. Pienso que es lo más bonito que tenemos en la vida, ese poder vibrar, admirar, y reflexionar a través de la vida de otra persona. Si todos viviéramos de la misma manera ningún testimonio de vida nos suscitaría nada, no lograría sacarnos de la comodidad. ¿Por qué un testimonio es testimonio, por qué llama tanto la atención? Porque detrás de un testimonio hay una historia, una vida con nombre y apellidos, hay una persona que ha hecho de su vida una obra de arte porque pasa de la misera a la plenitud de vida a través de la humildad, la verdad, la sinceridad y la alegría. Y eso es lo que realmente llama la atención; cómo una persona, viviendo lo que ha vivido, es capaz de salir adelante, seguir caminando y hacerlo con esperanza.

Desde que volví de mi andadura por el norte europeo allá por octubre, no he hecho más que conocer personas estupendas, vivir experiencias increíbles y dejarme sorprender por la vida. Si tuviera que destacar algo o quedarme con lo que ha hecho que mi corazón latiera con fuerza y mi alma no dejara de estar alegre ha sido todas esas personas, esos encuentros, esas vivencias de humanidad. Destellos de humanismo. Quizás estamos perdiendo la paz interior porque muchos no tienen con quien conversar, con quien compartir, con quien encontrarse. O al revés, lo tienen pero no abren su corazón al verdadero encuentro. Lo hablaba con mi amiga de Dublín cuando me aconsejó los meet ups; ella estaba cansada de ellos por el hecho de empezar y acabar siempre igual: preguntas básicas y superficiales sin mediar un diálogo natural. Toda conversación empezaba por cómo te llamas, de dónde eres, cuántos años tienes, qué estudias, qué haces en Dublín, qué te parece la ciudad y bla, bla, bla. No había una mirada más… natural. Nadie iba más allá de las diferencias externas o clasificaciones socioculturales. La diferencia está en el roce, en ahondar y compartir momentos con esas personas o en esas experiencias. Es la única forma de conocerse y conocer al resto. De saber cómo se comporta uno y cómo influye en otros. Y de eso, digo, estoy segura porque lo he vivido en mis propias carnes y lo sigo haciendo. Sigo sorprendiéndome de la grandeza humana, de lo que crea un simple encuentro con una persona, del compartir una afición, la fe o una lucha. Crea un ambiente de caridad, alegría y paz.

Quien diga que no necesita ayuda miente. Quien diga que es autosuficiente miente. Quien diga que puede con todo miente. Mantente así un tiempo y verás que vivir se te hace cada vez más costoso. En cambio, a medida que te relacionas y decides dar cabida a un tú, todo encaja mejor. Cada vez que dices sí al egoísmo, dices no a la plenitud de vida. Lo que fuiste y lo que eres no puede verse claramente sin la ayuda de otra persona. Y gracias a ésta se destapa aquello que te hace cambiar de perspectiva o de rumbo. Y aprender a aceptar lo que te tocó vivir, lo que decidiste vivir y lo que unas circunstancias te hicieron vivir. ¿Avergonzarse? ¿Arrepentirse? ¿Enfadarse? ¿Rebotarse? No, nada de eso, ni mucho menos. Vuelvo al testimonio personal de vida. Si uno se avergüenza o se arrepiente pero no cambia, de nada sirve. Si uno se enfada o se rebota pero no cambia, es una pérdida de tiempo y de humor. Y hay que aprender a ver la vida de uno como un testimonio de vida para otros y para él mismo, siempre y cuando, haya decido apostar por la plenitud de vida a pesar de los pesares (y en estos pesares cabe todo: drogas, sexo, alcohol o cualquier vida de descontrol).

Eres quien fuiste ayer y eres quien eres hoy por todo y cada uno de los acontecimientos, personas, momentos que has vivido, compartido y conocido. Si olvidas o si tratas de eliminar aquello por lo que te avergüenzas o desearías poder decir que nunca ocurrió, estás haciendo que tú mismo dejes de ser quien eres hoy. Si queréis una metáfora, aquí va una. Mira tu vida como una historia contada en una novela. Si arrancas una hoja, la historia no está completa, no es. Si arrancas una hoja de tu historia deja de tener un hilo conductor que llevaba a conocerte. El valor de tu vida, la valía de tu testimonio está precisamente en todo aquello que has vivido, compartido y conocido por muy bueno o malo que haya sido. Si detrás de todo aquello hay una historia, una vida, una persona con nombre y apellidos que sigue adelante a pesar de los pesares sólo nos queda darle las gracias por atreverse a vivir su vida, a reconocerse en ella y querer conocerse en lo que le queda de camino.

Así que a ti que estás leyendo: GRACIAS por tu testimonio de vida, no sabes cuánto bien provoca y cómo influye en tu alrededor.


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