El hombre que amé, se fue. El hombre que amé, fue cobarde. El hombre que amé, me rompió el corazón. El hombre que amé, nunca dio la cara. El hombre que amé, no estuvo cuando más lo necesitaba. El hombre que amé, me hizo recaer. El hombre que amé, destruyó todo lo que construimos. Pero a pesar de todo el daño que hizo en mí, sigue siendo el hombre que amaré.
Amé sus virtudes y sus defectos. Amé su valor y su cobardía. Amé su fortaleza y su debilidad. Amé sus sonrisas y sus lagrimas. Amé su silencio y su voz. Amé sus pensamientos y sus sentimientos. Amé su físico. Amé su personalidad. Lo amé con locura, pero también con medida. Amé todo de él, porque sin buscar, encontré lo que creía perdido. Una persona sincera, fiel y honesta.
Y tuve que dejar de amarlo, porque cuando el otro deja de sentir amor, ya no hay motivos para quedarse. Mantuve la esperanza pero también veía la realidad. Veía un amor que nunca iba a volver. Sí, me dolió, pero el dolor no será eterno, y pronto, la herida sanará.
Él sabe que confié, amé, reí, lloré, caí, me levanté, fui débil, y me fortalecí, pero ahora sabe que tengo miedo, que no es fácil aceptar esto, que no quiero confiar, que me siento vacía e incompleta, que tengo que volver a empezar, y que esta vez lo haré sola, porque él tomó una decisión, y yo no puedo forzarlo a cambiar. También sabe que lo que estoy sintiendo ahora, no se desvanecerá tan fácilmente, sabe que reprimí el dolor, la tristeza, el coraje, la culpa, y todo lo que me provocó después de que se fue.
No me dio oportunidad para hablar, y él tampoco se la dio. Simplemente se alejó. Ese dolor era insoportable, pero seguía manteniendo una esperanza. Todos los días, miraba hacía la calle, esperando a que regresara, pero nunca volvió, y nunca lo hará. Ese día, él se fue con mi corazón, salieron por esa puerta, sin mí. Se llevó absolutamente todo lo que me pertenecía, y no lo devolvió.
Ya no lucharé, porque la batalla está perdida desde hace tiempo. No tengo duda de que él, es el amor de mi vida, pero no perderé tiempo y dignidad. No lucharé por él, porque él me dejó ir, así que esta lucha no me pertenece. Y lo conozco lo suficiente, como para saber que no luchará, porque una vez que tomó la decisión, nada cambiará. Lo que él se propone, lo cumple, y si su plan es estar solo, yo no estorbaré mas.
Y no importa cuánto extrañe un beso, un abrazo o una caricia suya, no rogaré ni pediré amor donde ya no hay. No lo buscaré, por mucho que desee sentirme amada de nuevo por él.
No le guardo rencor ni malos sentimientos, porque no puedo odiar a alguien que me ayudó cuando más lo necesitaba. Pero nada volverá a ser como antes. Tal vez lo va a negar, pero el trato ahora es distinto, y eso no es fácil de asimilar. Se perdieron muchas cosas. Confiaba demasiado en él. Todo el esfuerzo que dedicamos a nuestra relación, siento que fue en vano. No era mi intención cambiar algo de él, pero llegué a pensar que en algún momento me diría: — “Amo como eres conmigo y no quiero perderte. Considero que serias una buena mujer para mi”, pero él me lo dijo tantas veces: — “Vives en una fantasía donde el amor es un cuento de hadas, algo cliché”. Ahora me siento tan estúpida por tener esas fantasías con él, por soñar con un vestido de novia, y él esperándome en el altar, por querer pasar toda mi vida a su lado, y ser felices. Perdón por ser una tonta soñadora.
Cada detalle, cada palabra, cada beso, cada mirada, cada momento, todo lo que construimos, ¿dónde quedó? ¿qué pasará con todo lo que queríamos hacer juntos?, ¿dónde quedo yo?, ¿qué hago con todo este amor que solo es para él?. Tengo tantas preguntas pero sé que él no querrá contestar, porque ya le puso punto final a esto. Debería de hacer lo mismo pero es mi momento para vivir el duelo.
Y aunque él ya no quiera saber esto, aun así lo diré porque es la verdad y es lo que siento; fue mi mejor amigo, mi compañero, mi amor verdadero. Él es mi hombre ideal, después de él, no podría amar a alguien mas, no tanto como lo amé a él, le entregué todo. Lo nuestro fue un entendimiento especial, fue cuestión de química, de piel, de muchísimos sentimientos, fue algo increíble, algo inolvidable. Y en caso de que en algún momento quiera regresar, estaría dispuesta a aceptarlo, porque en sus ojos veo la nobleza de su alma; en su sonrisa, la sinceridad, y sus brazos, mi segundo hogar.