Revista Videojuegos

Carta al jugador enfurecido

Publicado el 17 junio 2013 por Deusexmachina @DeusMachinaEx

¿Recordáis aquellos tiempos en los que no recibíamos excesiva información sobre absolutamente todo lo que pasaba en el mundo de los videojuegos? Como mucho comprábamos algunas revistas donde nos sorprendían con un próximo título del que hasta entonces era totalmente desconocido su lanzamiento, veíamos algunos análisis de periodistas de los que nos fiábamos como si de nuestro mejor amigo se tratara o desgastábamos esas imágenes que nos llenaban la cabeza de sueños, de pensamientos sobre las futuras horas inmersos en ese hobby que tanto amábamos.

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En mi caso, en mis años de infancia yo sólo buscaba aquello que Nintendo iba a sacar, puesto que en mi casa se plantó la bandera de la compañía nipona e hicieron falta muchos, muchos años para arrebatarle su trono. Pienso en aquella epoca y me viene la palabra “ilusión” a la mente, más que entretenimiento o cualquier término relacionado con los videojuegos. Sentía una ilusión inmensa ante la llegada de cualquier título a casa. Primero lo veía entre aquellas páginas que devoraba y con el tiempo conseguía tener algunos de esos juegos en mi colección y os aseguro que ningún regalo me podía ilusionar más que esos. No por el hecho de “oh, tengo un juego nuevo” sino por todo lo que venía detrás, esas horas descubriendo nuevos mundos, quebrándome la cabeza en las partes difíciles y sintiéndome poderosa al conseguir acabarlos. Y ahí se quedaba todo, esa era mi experiencia con los videojuegos. Emocionarme y jugar hasta terminarlos. Luego, volver a empezar el proceso.

¿Y qué ha pasado ahora entonces?

Por un lado tenemos el aluvión de noticias diario, que todos leemos rigurosamente para estar informados como antes nunca hubiéramos soñado estarlo. Cualquiera diría que entonces deberíamos ser más felices. Podemos ver imágenes en las primeras etapas de desarrollo, ver mil vídeos y hasta saber qué comen sus creadores. Aquí está el problema: el exceso de información y la facilidad para llegar a ella nos ha hecho creer que debemos opinar sobre todo lo que ocurre. Simplemente porque podemos. Y no solamente eso, sino que nos sentimos como pequeños dioses con poder suficiente para juzgar todo cuanto vemos, a veces con la mayor crueldad posible. Somos capaces de tachar de basura a un juego del que conocemos una imagen, una pequeña sinopsis o simplemente ya criticamos solamente por la compañía que lo ha realizado.

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Pero no penséis que estoy echando una bronca al mundo actual, señalando con el dedo cual caza de brujas, mientras mi inocencia y yo os miramos con recelo. Todo lo contrario, puesto que yo soy la primera que comete esos errores, la que califica negativamente con gran facilidad un videojuego tras ver un vídeo o saber dos o tres detalles sobre él. Me enfado ante todas esas noticias y grito al mundo mi desacuerdo lanzando airados comentarios.

Si tuviera que pensar en una palabra para definir esta etapa de los videojuegos en mi vida lejos quedaría ya esa ilusión que mencionaba. Me parece muy triste pararme a pensar en ello y que una palabra que resalta brillante en mi cabeza, destacando sobre muchas otras, es “decepción”. Es la epoca de grandes decepciones. También hay enormes maravillas, juegos que me han llevado a reencontrar esa pasión por los videojuegos que empezó hace ya tantos años. Pero también tantas noticias que acababan con un título que se convertía en decepción. Hablaba hace poco sobre el peligro de las expectativas y ahí están, las dos caras de la moneda, expectativas y decepción, unidas de la mano y paseándose en cualquier conversación en un bar entre amigos o en las redes sociales. No es que me duela ver cómo todo ha cambiado tanto, lo que me duele es verme a mí misma reflejada en esos cambios. Me he adaptado a los tiempos del jugador enfurecido. Entono el mea culpa a voces sordas de teclado. No encuentro argumentos con los que defenderme ante mis propias acusaciones y me limito a seguir este camino cuyo inicio está ya tan lejos que apenas queda nada.

O eso pensaba yo.

De repente ante mis ojos apareció un vídeo con una sucesión de imágenes de una conocida y muy querida saga de videojuegos. Su banda sonora orquestrada retumbaba en mi corazón y me vi sin esperarlo con las mejillas llenas de lágrimas. Por supuesto tendría que reconocer que parte de la culpa la tiene el amor que siento a esa saga. Pero no era simplemente eso, era mucho más. Sentada observando con los ojos vidriosos volvió la niña que empezaba a jugar a videojuegos, volvió la ilusión, volvió toda esa pasión que había ido mermando con los años. No quería ya maldecir a esos desarrolladores charlatanes ni seguir enfadada con las malas decisiones de las compañías. No los veía como alimañas buscando nuestros ahorros en forma de DLC sino como creadores de sueños, de aventuras, de historias por descubrir.

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Pero esta sensación esperanzadora no iba a ser eterna y yo lo sabía. Han pasado unas semanas y poco a poco fue disminuyendo a base de leer distintos medios especializados. Veía las noticias y de nuevo estaba la jugadora quejica, que no puede evitar hacerlo ante las mil cosas que se hacen con las que ni yo ni muchos estamos de acuerdo. En contra de mi voluntad vuelve la gruñona. Pero ahora todo es diferente, porque sé que por mucho que sienta esa necesidad de valorar negativamente tantas cosas de este mundillo, aún hay sitio para la ilusión. Esa niña, que volvió hace poco y con la que me reencontré, sigue estando ahí, escondida, esperando la oportunidad para volver a salir. Y sé que lo hará. Todos tenemos esos juegos que nos devuelven a la infancia, a la inocencia o incluso de vez en cuando, entre tanta noticia sobre la enésima continuación de una saga quemada, hay un título que se convierte en ese rayo de luz que necesitamos para recordar la razón que nos hace amar tanto los videojuegos. Odiemos, quejémonos, lo que queráis, sé que es inevitable. Pero nunca perdáis la ilusión ni la pasión por esta afición que todos compartimos y que tantas horas de felicidad nos ha dado.

La entrada Carta al jugador enfurecido es 100% producto Deus Ex Machina.


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