Desde “la celda” (de castigo)
16 de septiembre de 2015…
Donde estoy hay poca luz, ando en calzones por no querer ponerme el uniforme de preso. Me dan el colchón por 5 o 6 horas en la noche. Solo bebo agua y no habrá posibilidades de respuesta (de ustedes a esta carta) para no quemar contactos.
Gracias a Lia, a Gorki, Antonio y todas las personas por ayudar a mi mamá a gestionar las cosas. Gracias a Aylín por las cartas tan lindas y tan alentadoras. Las leí muchas veces mientras pude, quisiera escribirte mil cartas como te mereces pero ahora no creo que tenga luz, papel ni energías para hacerlo.
Ésta quizás sea mi última carta desde aquí en la celda de castigo y si sobrevivo escucharán más de mis labios. Por eso quiero decirles a todos que esperé demasiado para este momento de huelga, los cubanos hemos esperado demasiado para expulsar a estos bribones.
Ahora que ya comencé, me siento con la fé, la determinación y la autoestima por las nubes por haberme decidido. Me siento orgulloso de ser el artista que soy y de hacer el arte que hago con la Cuba que represento. Por eso estoy dispuesto a entregar mi vida cien veces si fuera necesario.
El que vive sin encontrar por qué morir, no ha encontrado la esencia de la vida. Un hombre con ideales de paz, amor y que no empuña un arma para hacer prevalecer su criterio es el hombre del futuro. Pues con su fé, su esperanza construye el edén en la tierra.
Gracias a todos por confiar en mí y sepan que si muero moriré feliz de llevarme un rasguño de mi tiempo como Laura Pollán, Oswaldo Payá, que dejaron huella de su existir, de su generación, de su responsabilidad de dejar tras sí un legado a los suyos, una enseñanza: la de amar lo que se hace y dedicar su vida a ello.
Nací en un barrio humilde, Nuevitas, Camagüey. Mi familia es muy humilde: viví en Arroyo Arenas desde los 4 años; en Chafarinas, Güira de Melena; en Covadonga, Las Tunas: un campo sin electricidad actualmente; Guáimaro, Camagüey y Arroyo Arenas, La Lisa. Y tuve la suerte de vivir en el Vedado muchas veces, allí tengo a mi hija Renata María, que nació en Inglaterra.
Me siento un trotamundos y he rodado de aquí para allá conociendo un poco mi país, mi cultura, que amo y por eso levanto mi voz para denunciar lo que me parece mal. Visité Holanda por 3 meses viví en La Haya, a 45 minutos en tren de la fabulosa Ámsterdam. Estudié y viví en Miami Dade College, Estados Unidos por 3 meses también. Todos esos lugares me enseñaron a relacionarme con mi entorno con rapidez, que lo más importante es tener amigos, dar amor, respetar y no hacer a nadie lo que no nos gusta que nos hagan. Aprendí a saber levantarme frente al poderoso.
Mi arte es respetado hoy más que nada porque creo en él. Yo lo respeté y le di ─y doy─ toda mi fuerza, constancia, cariño y amor. Aunque fui incomprendido y quizás por otros aún lo sea, cuando los que te rodean ven cuánto amas y cuánto eres capaz de dar y cuánto respetas tu arte y el ajeno, pues empiezan a valorarlo. Pero primero debe levantarse un altar en nuestro pecho de consagración y los demás poco a poco te irán respetando por lo que haces: ese reconocimiento es mi legado.
Alguien dijo que la humanidad entera se aparta cuando vemos a un hombre que sabe hacia dónde va. Esta puede que sea mi última obra y la he nombrado “Llamar la atención” o “El despertar del mago interior”. Cada uno de nosotros tiene un mago interior. Que mi gotica de existir toque sus pechos y prenda su llama y despierte ese líder interno, tengan conciencia de este regalo de vida y levántese contra el mal. Alguien dijo “El mundo no está así por los que hacen el mal sino por los que lo permiten”.
Esta obra se la dedico a mi madre, a mi hijita Renata María, a todos los que me apoyan, todos los que ponen un granito de arena para lograr la libertad de Cuba. A todas las Damas de Blanco del mundo en especial a las de Cuba: ¡no más golpes a mujeres! A la memoria de Laura, Oswaldo, Zapata.
El día que agarré un spray en mi mano decidí qué hacer con mi vida.
Que así sea.
Yo con la fé y la convicción: Libertad o muerte, morir por el arte es vivir.
Abrazos,
Danilo Maldonado, El Sexto