Por su interés democrático, así como por la abisal distancia que nos separa -en esta España, presa de un régimen retrógrado- de su contenido, traducimos la Charte de la laïcité à l´École, publicada recientemente por el Ministerio francés de Educación Nacional.
¡Que sea para bien! ¡Que cunda el ejemplo!
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Francia es una República indivisible, laica, democrática y social. Garantiza la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, en el conjunto de su territorio. Respeta todas las creencias.
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La República laica organiza la separación de las religiones y el Estado. El Estado es neutro respecto a las confesiones religiosas o espirituales. No hay religión de Estado.
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La laicidad garantiza a todos la libertad de conciencia. Cada cual es libre de creer o no creer. Permite la libre expresión de sus convicciones, respetando las del otro, y con los límites impuestos por el orden público.
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La laicidad permite el ejercicio de la ciudadanía, conciliando la libertad de cada uno con la igualdad y la fraternidad de todos en interés del bien general.
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La República asegura en los establecimientos escolares el respeto de cada uno de estos principios.
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La laicidad de la Escuela ofrece a los alumnos las condiciones para forjar su personalidad, ejercer su libre arbitrio y efectuar el aprendizaje de la ciudadanía. Les protege de todos los proselitismos y de toda presión que les impediría realizar sus propias elecciones.
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La laicidad asegura a los alumnos el acceso a una cultura común y compartida.
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La laicidad permite el ejercicio de la libertad de expresión de los alumnos, con el límite del buen funcionamiento de la Escuela, y del respeto por los valores republicanos y del pluralismo de las convicciones.
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La laicidad implica rechazo de todas las violencias y de todas las discriminaciones, garantiza la igualdad entre chicas y chicos y se basa en una cultura del respeto y de la comprensión del otro.
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Corresponde a todo el personal docente transmitir a los alumnos el sentido y valor de la laicidad, así como otros principios fundamentales de la República. Velan por su aplicación en el ámbito escolar. Han de dar a conocer esta carta a los padres de los alumnos.
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El personal docente tiene el deber de estricta neutralidad: no deben manifestar sus convicciones políticas ni religiosas en el ejercicio de sus funciones.
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La enseñanza es laica. A fin de garantizar a los alumnos la apertura más objetiva posible a la diversidad de visiones del mundo, así como a la extensión y precisión de los saberes, ningún tema queda excluido a priori del cuestionamiento científico y pedagógico. Ningún alumno podrá invocar una convicción religiosa o política para impugnar a un enseñante el derecho a tratar un tema del programa.
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Nadie podrá prevalerse de su pertenencia religiosa para rehusar conformarse a las reglas aplicables en la Escuela de la República.
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En los establecimientos escolares públicos, las reglas de vida de los diferentes espacios, precisadas en el reglamento interior, serán respetuosas con la laicidad. Está prohibido portar signos o vestiduras por los cuales los alumnos manifiesten ostensiblemente una pertenencia religiosa.
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Por sus reflexiones y actividades, los alumnos contribuirán a hacer vivir la laicidad en el seno de su establecimiento escolar.
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