Revista Psicología
A Roman RollandViena, IX, Berggasse 19, 4-3-1923Muy señor mío: El haber podido saludarle será un recuerdo feliz hasta el fin de mis días, pues para nosotros su nombre ha estado asociado a la más bella de las ilusiones; es decir, la extensión del amor a toda la Humanidad. Pertenezco, desde luego, a una raza que en la Edad Media era tenida por responsable de todas las epidemias y a la que hoy se atribuye la desintegración del Imperio austriaco y la derrota alemana. Tales experiencias le quitan a uno la esperanza y, desde luego, no dan base para concebir ilusiones. Gran parte del trabajo de mi vida (soy diez años más viejo que usted) ha transcurrido intentando destruir mis propias esperanzas y las de la Humanidad. Mas si aquéllas no pueden ser hechas realidad, o lo logran sólo en parte; si en el curso de nuestra evolución no aprendemos a desviar a los propios instintos de la senda que conduce a la destrucción de nuestros semejantes ; si continuamos odiándonos por cosas insignificantes y exterminándonos por un ruin ánimo de lucro ; si seguimos explotando los grandes progresos realizados en el control de los recursos naturales para nuestra eliminación mutua, ¿qué clase de futuro se ofrece a nosotros? Sin duda, es difícil librar la preservación de nuestra especie del conflicto que existe entre nuestra naturaleza instintiva y las exigencias de la civilización. Mis escritos no pueden ser, como los suyos, alivio y sosiego para el lector. Mas si he de creer que han despertado su interés, me permitiré enviarle un librito que, sin duda, no conoce “Psicología de las masas y análisis del yo”, publicado en 1921. No es que considere que este trabajo resulta especialmente satisfactorio, pero sí creo que nuestro camino para, partiendo del análisis del individuo, llegar a una comprensión de la sociedad.Sinceramente suyo, Freud