Llegué a la tienda y como era de esperarse había un grupo de hombres bebiendo cerveza.No voy a quejarme de que un grupo de amigos se reúnan a beber un domingo por la tarde.No tendría ningún problema con eso, si solo estuvieran ahí, charlando como personas sin molestar a nadie.Pero parece que cuando una chica de 22 años se acerca al radar de los sujetos que poblan mi país no pueden evitar decir lo guapa que les parece de la forma más grosera posible.Lo triste es que aunque vivo esta experiencia al menos dos veces por semana (por no decir diariamente) aun soy incapaz de reaccionar ante esto. Me bloqueo, agacho la mirada y me alejo lo más rápido posible.Me da pena admitirlo. Quisiera ser la chica fuerte que se voltea y les da su merecido. En mi mente me salvo a mí misma de estos hombres todo el tiempo.En mi mente volteo y les doy una paliza, o como mínimo les digo un par de verdades sobre el acoso.Pero parece que aun no estoy lista para ser mi propia heroína.
Así que ahora hago algo que probablemente no sea la solución al problema, pero al menos espero que llegue a alguien y genere algún efecto en esa persona.No lo escribo para llorar virtualmente o ser una víctima en toda potencia.Escribo esto simplemente porque tengo la esperanza de que quiza lo lea algún hombre de los que aun piensan que a las mujeres nos gusta oír sus "piropos" en la calle.
La mayoría de las mujeres tenemos gente a nuestro alrededor que nos quieren. Ellos nos dicen todo el tiempo lo hermosas, inteligentes y divertidas que somos.Incluso si no tuviéramos a esas personas nos tenemos a nosotras mismas para decírnoslo.Sabemos que somos guapas, sabemos que somos inteligentes, y capaces y divertidas si hay que serlo.No necesitamos que venga un extraño a gritarnos públicamente que tenemos un buen trasero.Así que "si solo quieres alagarme" recuerda que el mejor alago es mantener la boca cerrada y respetar mi espacio personal. Para mí y muchas mujeres no hay mejor alago que ese.
Sueño con vivir en un país en el que pueda ser realmente libre. Libre de salir a la calle cualquier día a cualquier hora sin temor a las miradas irrespetuosas y palabras que causan el mismo efecto que un cuchillo: asustan y ocasionalmente hieren.
Sueño con vivir en un país en el que no tenga que preocuparme cada vez que salgo de casa por si volveré a ella en el mismo estado en que salí.
Y no, no digo que para los hombres este mundo sea seguro, ellos también corren riesgos por supuesto.
Pero el riesgo que corren los hombres no lo corren por ser hombres, el riesgo que yo corro lo corro por ser mujer.
Por ser mujer un par de chicos me asaltaron hace unos meses cuando caminaba a casa junto a mi madre a las ocho de la noche.
Estoy segura de que si el acompañante hubiera sigo mi padre el par de muchachos de veintitantos años ni siquiera se me hubieran acercado.
Y sí, tengo una madre que debió ser boxeadora y que les dio unos buenos golpes antes de que se fueran (un aplauso para ella, que es mucho más fuerte de lo que yo seré jamás).
Pero ni ella pudo evitar que esos tipos se llevaran mi celular y algo mil veces más valioso que eso: mi confianza y el falso sentimiento de libertad que hasta ese momento me acompañaba.
Han pasado días, semanas, meses... y no hay un solo día en que deje de preguntarme ¿qué hubiera pasado? ¿qué hubiera pasado si yo hubiera sido él en vez de ella?
Mis queridos lectores y lectoras, espero que algo de esto tenga sentido.
Espero que sirva para algo, aunque ese algo solo sea que no olvidemos un problema que a fines del 2016 aun no tiene solución.
Espero que si son mujeres no hayan vivido nada peor que yo, sé que yo he tenido mucha suerte comparada con la de otras.
Espero que algún día, el ser mujer no sea un peligro.
Porque todos merecemos ser libres.
Y el miedo nos vuelve esclavos.
Nos leemos