¡Hola, José Luis! Seguramente te estarás preguntando quién soy y por qué te escribo. Ser ya no soy, porque no me dejaste nacer, pero he encontrado a alguien que ponga en palabras lo que en su día me habría gustado decir y no pude. A mí me habría gustado ser como el bebé de la fotografía, tan alegre y juguetón que se ha convertido en la delicia de la casa, de unos padres radiantes de felicidad que con tan solo verle sonreír se les cae la baba. ¡Qué delicia de bebé! ¿No es maravilloso? Me habría gustado, al menos, tener la oportunidad de mirar a mi mamá, sonreírle como hace ese precioso bebé y darle el mayor abrazo que jamás podría haberle dado nadie; pero, incomprensiblemente, un día cuatro de junio unos instrumentos quirúrgicos entraron en el vientre de mi mamá, y, mientras estaba intentando comer mucho para pronto nacer, sentí un fortísimo dolor en mi cabecita. De pronto, se me cortó la respiración y... supongo que no hará falta que siga y narre el dolor tan grande que sintió mi diminuto corazón, desgarrado y arrancado de cuajo como si de un mero trozo de carne se tratara. Aunque yo no sufro por mí, más por mí mamá, que veo muchas veces siente el aguijón de la soledad y la mordedura de la tristeza, cuando yo podría haberle dado tanto... Jamás habría estado sola, pasase lo que pasase, pues habría tenido a sus pies a un hijo que lo habría dado todo por ella. ¡Ojalá vuelva a quedarse embarazada y tenga a mi hermanito, que le acompañe en los momentos de desierto, y bailen y rían juntos en los momentos de júbilo! José Luis, ¿sabes qué me habría gustado ser de mayor? Yo habría sido médico-cirujano, porque no creo exista nada más satisfactorio que salvar una vida. Y si algún día hubieses necesitado un ingreso con carácter de urgencia, porque estabas muy malito y necesitabas una rápida intervención, te juro por Dios que habría hecho todo lo posible con tal de salvarte la vida. Ahora, sin embargo, no podré salvarte la tuya, ni la de nadie más, porque tú acabaste con la mía, gracias a esa Ley del aborto que tanto te empeñaste en promulgar.Antes de despedirme me gustaría hacerte una pregunta: ¿Te habría gustado que tu mamá hubiese hecho lo mismo contigo? ¿Te gustaría que alguien matase a tus hijas? Seguramente me dirás: “Tú no eras más que un feto y mis hijas son personas”. Pues para mí no existe diferencia alguna, porque yo era un proyecto de vida que no pudo ver la luz del sol. Me habría gustado al menos alcanzar la edad de tus hijas para sentir los besos y las caricias de mi mamá y mi papá, respirar la brisa del mar, oler la fragancia de las rosas o simplemente jugar despreocupadamente con mis amigos bajo la sombra de un ciprés. ¿Qué te hice yo para convencer a mi mami que tenía que abortar, que no pasaba nada, que era lo normal, cuando podría haber sido un niño sano y fuerte? ¿Acaso tuve elección de elegir mi camino? ¡Me privaste de mi libertad! Además, si mi mamá por los motivos que fueren no podía hacerse cargo de mí, sé que otros papás estarían radiantes de felicidad por adoptarme y recibir mi cariño, porque yo era todo amor. En fin, José Luis, me despido con un fortísimo abrazo, de esos de verdad, de esos que te cargan de energía positiva, porque es muy difícil vivir sin paz y sin amor, términos que, desgraciadamente, me temo nunca hayas conocido.