Amada, solícita y santa esposa: por motivos laborales, como bien sabes, marcho hoy una semana a Madrid.
Te quedas sola de Rodrígaz, amor, con la única e insustancial diferencia de que yo me quedé solo mientras tú pasabas unos días en la playa, y ahora te quedas tú sola mientras yo marcho una semana fuera a Trabajar. Es un detalle vanal e insignificante, por eso mismo lo subrayo. No hay que darle más vueltas. En justa correspondencia a la misiva que me dejaste cuando te fuiste a pasarlo bien a la costa (detalle trivial que no viene a cuento ahora) -ver, por si no lo recuerdas, entrada del blog del día 12 de agosto, bajo el título de "Rodríguez:carta de tu esposa")... En justo y legítimo desquite, digo, te dejo esta modesta nota junto al reloj de tu mesilla.
Por no despertarte, cariño. Porque no te tapes hasta las orejas y empieces a soltar la cantinela consabida de: ¡ahora, no! ¡me duele la cabeza!, ¡son las cinco!, ¡tráeme un dolagial...!
En la mesita te la dejo, santa mía: estas breves líneas para que sobrevivas una semana sin mí.
En primer lugar, el coche. El coche. Nuestro Volvo-1800 GKH, m-e-t-a-l-i-z-a-d-o-.
El coche no me lo llevo y te lo quedas tú. Recuerda, ante todo, que si los mayas -como ya se viene sospechando- estaban hinchados de tallos de maría antes de hacer su calendario, el coche tiene por delante unos sesenta u ochenta plazos por pagar. Por tal motivo te lo dejo en la calle, fuera de los aparcamientos subterráneos del edificio.
Para tu comodidad, mi amor. Para que no tengas que sacarlo tú.
Y también, no te lo niego, por expreso deseo de los vecinos, con treinta votos a favor y dos amenazas de muerte en contra, en el sufragio vecinal celebrado antesdeayer, cuando supieron las malas lenguas que me iba una semana y dejaba el Volvo a tu entera disposición.
-- ¡Dios nos guarde! -dijo el del 1º A, sacando una estampita de San Leopoldo.
--¡Alabado sea Dios! -soltó la del 6º D- ¡Nos guarde la virgen del Pilar...!
Recuerda, que dos de los pilares que le faltan al edificio que habitamos te los llevaste arrastrando hasta el Hipercor con el viejo Twingo, el año pasado cuando me mandaron a Barcelona... Ya sé, ya, que fué sin querer y seguramente algún malintencionado no te dejó las doce hectáreas de espacio precisas para poder salir del aparcamiento con un mínimo de holgura, pero te lo recuerdo por el bien de todos.
Si por casualidad pinchas en carretera, ponte el chalequito naranja que encontrarás debajo del asiento, antes de bajar del coche. No es de Victorio y Luchino, mi amor, ni los triángulos los diseñó Eduardo Chillida, pero te aseguro que es lo primero que debes de buscar antes de llamar a tu amiga Nuria para decirle que "¡no te vas a creer lo que me ha pasado, Nuri...!"
A continuación, busca la rueda pinchada y cámbiala. No cambies la que te coja más cerca, sino la pinchada. Únicamente la pinchada...
La descubrirás fácilmente porque es la que echa humo y hace que el coche se incline hacia su lado. Si no estás segura, en la caja de herramientas hay un nivel. Sitúalo en el capó y mira hacia qué lado se inclina la burbujita de agua. ¡Ahí está! Esa es, esa es.
El gato (ya sé que lo has dejado en casa); el gato del coche, me refiero, lo encontrarás... Y la llave de cruz (no, no es la que nos regalaron con los fascículos de Semana Santa), la llave de cruz...
Bueno, si pinchas llama a la grúa. Y si puede ser, antes que a tu amiga Nuria.
Otra cosa, hermosa. Seguramente se te caerá ante tus bellos ojos una cagada de paloma en el parabrisas; y por no perder tiempo buscando un pañolito, llevarás nuestro Volvo a lavarlo a la gasolinera. No te lo reprocho. Pero te dejo un par de acotaciones: primera, mete la antena del radio hacia dentro. Segunda: dobla hacia el interior los espejos retrovisores que hallarás junto a cada puerta delantera. Y tercera: si llevas a nuestra hija, asegúrate de que mete la cabeza adentro y cierra la ventanilla.
No es genética, no, que a la niña se le rice el pelo como a Jesús Quintero cada vez que llevas el coche a lavar.
Poco más, santa esposa, me queda por añadir. Una vez salvado el Volvo, el resto son nimiedades.
Si se te acaba el Raid, no persigas a las moscas por la casa echándoles gas de mi recargador de mecheros. Se mueren, sí, pero el gato y el canario se llevan dos semanas tosiendo.
Si el lavabo se vuelve a atascar, te prohíbo terminantemente que uses mi salsa de churrascos y barbacoa para desatascarlo. Ahí no transijo para nada. Baja a una ferretería. Suelen tener grifos y tostadoras en el escaparate. Y los ferreteros, como los farmacéuticos, son gente de confianza que saben más que un fontanero o un licenciado en medicina, según sea el caso.
Si aparece un grillo o una polilla por la terraza, no vuelvas a llamar al Servicio de Animales Vagabundos de la Junta de Andalucía. Al final, el grillo se pasea por los dormitorios tan pancho, la polilla se merienda dos cortinas y hay que llamar al 061 para recogerte a ti.
Si ese engendro simiesco de Luisito vuelve a empujar a nuestra hija en el colegio, no reúnas al AMPA ni imprimas pegatinas en la papelería para repartirlas en los semáforos. Dirígete directamente al padre, como hice yo el curso pasado. Observarás que lleva una muleta, el pobre hombre. Hazle saber que eres mi esposa. Y que Jesús y los amigos de Jesús nunca pegarían a alguien con muletas... Pero sí con bates de beisboll, patas de mesas o cascos de cerveza.
Es un hombre sencillo y te entenderá antes que al AMPA, cariño. Por una hache de menos, no se come el coco ese diminuto insecto padre de Luisito.
Y poco más, amada y santa esposa.
Prohibido darle a la niña mi pipa hindú para que haga pompas de jabón en el baño. Me costó un huevo.
Tómate tus ansiolíticos si me echas de menos, antes de liarte a guantazos con mi muñeca hinchable. Y se llama Dorothy, recuérdalo. Dorothy Hamilton.
Y no olvides, mi amor, mi esposa, mi bien... que esta carta la lees mientras disfruto holgadamente de mis horas de trabajo fuera de casa... no en la costa con una horchata en la mano, cosa que no vendría ahora a cuento.
Atentamente: tu esposo que te quiere.
P.D.- Al final, y en vez de en la mesilla, te he dejado esta carta prendida con dos horquillas en la cabeza, ya que es adonde primero te llevas las manos cuando despiertas. Por los dolores, ya sabes.
Esta carta, enlaza con la entrada: Rodríguez: carta de tu esposa.
http://masducados.blogspot.com/2012/08/rodriguez-carta-de-tu-esposa.html