Reconozco también que, a quienes se sitúan a ese lado del camino donde el medio natural lo es todo, no les sirve como justificación los puestos de trabajo con los que se pretende romper cualquier reticencia y oposición que conlleve un proyecto. Alfonso Balmorí escribe en “Diario de León” un artículo titulado “El valor del patrimonio natural”, con cuyo planteamiento busca echar por tierra esa locura de proyecto que se pretende levantar en San Glorio. En principio, las cifras son abultadas, pues habla de la entrada de 30.000 esquiadores por hora, buena parte de los cuales se prevee que lleguen a través de Cardaño de Arriba, por el idílico valle de Las Lomas. El autor mantiene a lo largo del artículo una lucha frenética, presentando como argumentos de mucho peso la repetida cantinela de la conservación del oso pardo y de otras especies protegidas como el urogallo. Tampoco es bueno para la perdiz pardilla, catalogada como especie vulnerable en el Libro Rojo de las Aves de España. Claro, la obra que se cita, 80 kilómetros de pistas, 22 kilómetros de cañones de nieve artificial, 16 remontes de telecabinas y telesillas, vista así, al desnudo, con todas las máquinas que se necesitan, los tendidos eléctricos, la supuesta alteración de cursos de agua y los daños colaterales que toda obra conlleva, mete un poco de yuyu como dice mi chica. Ni una sola vez he leído hombre, mujer, vida humana. Estos defensores a ultranza de animales y tierras están llenos de buenos argumentos. Tienen razón, oiga, para qué vamos a llevarles la contraria, pero voy a citar aquí, por gusto, para que se recreen, un párrafo donde resume las razones de peso para negar o impedir por todos los medios que se lleve a cabo la citada obra.
“La Ley 4/2000 de Declaración de Parque Natural Fuentes Carrionas Fuente Cobre- Montaña Palentina tiene como objetivo: conservar, proteger y mejorar los recursos naturales, su vegetación, flora y fauna, agua y paisaje, preservando la diversidad genética y manteniendo la dinámica y estructura funcional de los ecosistemas y garantizar la conservación de su biodiversidad y las persistencia de las especies de la flora y de la fauna singularmente amenazadas, con especial atención al oso pardo.”¡Pero cómo cambian las cosas cuando le toca a uno vivirlas de cerca¡ A este buen hombre, que piensa bien, porque defiende la conservación de estos privilegiados paisajes, le traemos a Celada de Roblecedo o a Resoba dos meses de inviernos y se mea por las patas. A este y a todos los ecologistas del mundo les metemos en Salcedillo un invierno de 20 días sin avistar un alma y se les caen todos los principios a los pies, porque sin hombre, no hay historias que valgan; no hay luz, no hay comunicación, no hay garantías de vida. Y sin hombre, ya lo he dicho más veces, nos importan tres pitos la conservación de todas las especies animales. Que me parece bien que todos convivan en el mismo espacio, pero dando prioridad al ser humano en una zona de repobladores. Adecentando los caminos y los pueblos, educando a las gentes en la convivencia, enseñándoles a trabajar unidos, venir y vivir para saber y hablar. Si la reparación de un triste puente o la tala de un bosque van a suponer el levantamiento de esa especie nueva de hombres verdes, escribamos bien claro las condiciones de penuria en las que se desenvuelven los habitantes de esta tierra. Si a las adversidades climatológicas se unen las deficiencias sanitarias y el escaso interés de nuestros gobernantes por detener los graves problemas que siguen acuciándola, es evidente, incluso para el tío más patrinonialista del mundo, que a la gente lo que menos le importa ahora mismo es si canta la urraca o si el oso encontrará un lugar para hibernar con garantía. Una de dos: o le metemos una inyección que lo remueva todo, o le nombramos paraíso de las flores, porque si se detiene el progreso y las obras, se detiene la vida. La vida humana, me refiero, que no parece preocupar a quienes están observando la montaña desde la lejanía o desde las alturas.