Revista Cultura y Ocio

Carta póstuma a Don Alonso Quijano.

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez

Carta póstuma a Don Alonso Quijano.
Naciste en una celda de la prisión de Sevilla. No fuiste concebido por mujer, ni provienes de unión entre dama y caballero: fuiste parido por la mente de un penado en la soledad de su encierro. Acaso en tu gestación tuvieran que ver batallas, prisiones en Argel y largos viajes de recaudador de impuestos; pues la gente reconoce en ti todos esos aconteceres. Nada se sabe de tu niñez, ni de tu juventud; más aún: casi nada de tu madurez. Sólo tenemos relación extensa de tu alocada vejez, de una demencia senil extraordinaria. Sabemos que viviste en La Mancha, en un pueblo de nombre olvidado y que fuiste hidalgo venido a menos. Conocemos tus gustos gastronómicos (aquellos pocos que podías permitirte) y tenemos por seguro que leíste mucho. Hay certeza de que gastaste tu fortuna en libros sin seso, trufados de lances imposibles, poblados de seres fantásticos y damas irreales donde perdiste la hacienda y la cordura. Y, como vuelto a la infancia, donde el deseo se transmuta por el juego en realidad imaginada, quisiste armarte caballero y adoptaste el nombre "De la Triste Figura" en un momento de claridad de tu nublada cabeza. La gente de La Mancha recuerda tus andanzas. Algunos tuvieron que reparar molinos, otros perdieron una fortuna en pellejos de vino agujereados. En el Toboso hay todavía una dama que, entre bromas y veras, afirma que es tu prometida. Hay, por ahí, un joven gañán que te maldice los días de lluvia cuando le duelen las articulaciones por los palos que le dieron por vengar en sus carnes tu bienintencionada intervención . Toda una cuerda de presos bebe a tu salud en las tabernas... Un tal Sancho todavía mueve la cabeza resignado cuando alguien le pregunta por aquel, su señor. No se acostumbra a la tranquilidad de las cosas: ha acabado por echarte de menos, ya lo ves. De un tiempo a esta parte, se le ve perplejo. Su señor, hasta la época de sus desafortunadas aventuras tan discreto, despierta ahora un interés inusitado. Se le acercan gentes de países lejanos a preguntar por sus andanzas.
- ¡Mi señor, si tu pudieras ver esto...! Creo que te gustaría saber que, al final, tú tenías la razón. Eres el más grande caballero conocido y tus hazañas se cuentan en lejanas tierras.-  Y una lágrima surca su mejilla colorada y curtida por el sol. Luego busca a la sobrina de su señor y, despacio, se llegan a la humilde tumba donde yaces y depositan un ramito de humildes flores, que en abril hasta la Mancha florece.


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