Hola Bonito, hola Campeón,
Hoy me dirijo a vosotros, que ya tenéis nombre e incluso fecha aproximada de viaje hasta mamá. En el mes de febrero dejaréis los mundos fríos de ese congelador en el que habitáis para estar calentitos en mi útero.
Petri no logró quedarse conmigo, y aunque me siga doliendo su ausencia, ya estoy ilusionada por teneros dentro de mí. Petri siempre tendrá un huequito en mi corazón, y aunque para algunos sea difícil de entender, “jamás tuvo un corazón“, “es imposible que te diera tiempo a encariñarte“, “un embarazo bioquímico es lo más común, no fue nada“, una parte de mí sigue estando triste por no seguir teniendo ese embrión implantado.
Comprendí, no hace mucho, que todo esto por lo que estoy pasando está dejándome marcas, cicatrices. Las cicatrices son así, aunque a veces nos olvidemos de ellas, siempre están ahí. ¿Cómo voy a olvidar mi primera, única y corta sensación de embarazada?
Pero estoy preparada. Tengo infinitas ganas de que estéis conmigo, mis pequeños embriones del Polo Norte. Sólo os pido una cosa. Tened fuerza, superad la descongelación, ¡seguid desarrollandoos!
Yo os prometo un útero bien curtido, y una estancia, como mínimo, lujosa. Os prometo el Sol y la Luna. Os prometo que vuestra vida será una fiesta. Pero por favor, quedaos conmigo. ¡Es muy simple! Sólo tenéis que agarraros bien y dejaros llevar.
Como son las cosas, ¿verdad? Aún estáis congelados y ya tengo sentimientos hacia vosotros. Es imposible no quereros, y es que sois una parte de mí. Sois una versión primitiva de lo que podrían ser mis hijos, mis niños.
¡Imposible no soñar!
Empieza la cuenta atrás, bichitos, ¡ya llega el día!
Os quiere, mamá.