MIENTRAS esperaba a mi esposa e hijas, frente al supermercado “El Baratillo”, me incluí en una conversación con los moto conchos de la esquina. Bueno, más bien estaba escuchando y sin darme cuenta participando jajaja. Uno de ellos se sorprendió cuando, no recuerdo el motivo, hice saber que no era cristiano. El, para que vean como las personas que menos sabemos nos observan, explico que durante años, cuando mi familia y yo vivíamos por el colegio Miguel Limardo, nos observaba y siempre tuvo la idea de que éramos una pareja cristiana. Otro, muy alegre por cierto, quizás por la chatica que tenía en el bolsillo, me pregunto a que congregación pertenecía. Le respondí que a ninguna. Les explique que me criaron con principios cristianos y humanistas. Que, aunque no profeso adhesión a religión alguna o congregación determinada, tengo, junto con mi familia, el código moral de reconocer la existencia de un Ente supernatural que rige todas las cosas y al que se le llama Dios; respeto por el prójimo y la sociedad y respeto por mí mismo. Cuando abandone los caminos de la religión formal, perdí amigos y hermanos que, como imaginaba, no simpatizarían con mi decisión. Pero mi sorpresa fue que los no cristianos fueron quienes me han aceptado y muchos, increíblemente, me respetan y alientan a no dejar de creer en Dios (como si eso fuese posible).
Debemos tener en cuenta el poder de nuestra vida en los demás. El apóstol Pablo escribió que “somos cartas leídas al mundo”. Lo que escojas ser y como vivir tu vida será una carta que los demás leerán, emularan o criticaran. Pero lo más importante es que estés seguro / a de la historia que quieres mostrar: si es la tuya o la que otros quieren ver. Mejor escribe tu propia historia con tus decisiones y deja que los demás se repartan. No todos los libros son para todos los lectores. Escoge los trazos correctos para narrar esa historia que llamaras: MI VIDA.