Revista Comunicación

Cartas, mensajes y correos

Publicado el 07 junio 2011 por Franky
CARTAS, MENSAJES Y CORREOS En mi juventud, el documento escrito de mayor arraigo era la carta. Como consecuencia, el cartero o persona que las repartía se esperaba con verdadera ansiedad. La escribían los padres y madres a sus hijos, los novios a sus novias, los amigos entre sí, los que necesitaban documentos a la entidad correspondiente, el que pedía ayuda a alguien... Y, si no sabían escribir, se buscaban un amanuense que se lo hiciera, previo pago de la misma.

Las más estimadas eran las cartas de los padres, de los novios y de los amigos. Llegaron a constituir un género literario de gran estima, el género epistolar. Muchas personas lo hacían en verso y el amante o la amante guardaba las cartas como un gran tesoro; incluso las perfumaban como garantía de su identidad. Cuando rompían las relaciones, devolvían las cartas o las quemaban como un gesto de ruptura. Las cartas más tiernas, escritas con lágrimas, eran las de las madres a sus hijos en la mili, en guerra o en países lejanos.

Hoy nadie escribe cartas, a excepción de las empresas y los bancos para mantener el contacto y las cuentas con sus clientes; los publicistas, para vender y los ayuntamientos y las diputaciones, para exigir los impuestos o avisar de las multas y pagos correspondientes. Por eso, hoy nadie quiere cartas, porque generalmente son pájaros de mal agüero. Alguna vez llega alguna de un amigo y el corazón se apresura, rompemos cuanto antes la pestaña y acogemos la comunicación con avaricia.

Los jóvenes actuales no tienen paciencia para escribir cartas y lo hacen de viva voz, con mensajes o por escrito informático. Los mensajes son hoy el medio más utilizado por todo el mundo a través del correo electrónico. Es bonito oír la voz del amigo, de la amiga o del hijo lejano. O mantener largas conversaciones escritas como si tuviéramos presente al destinatario. Otros correos electrónicos son, en general, imágenes sublimes de ciudades, de paisajes, de monumentos, de cuadros, de curiosidades con fotos y textos inefables.

Pero hemos llegado a unos índices de correo que asustan. Hay gente que recibe cuarenta o cincuenta correos diarios. Si los quieres ver con detención y atención, tienes que dedicar la mañana o la tarde para verlos. Y si los quieres contestar, tienes que emplear varias horas para cumplir con la ley del agradecimiento. Y si te piden que lo reenvíes, te desesperas. A veces, me pregunto con verdadera curiosidad: ¿De dónde salen tantos correos?

En el principio, hace millones de años, el hombre ya tuvo necesidad de comunicarse. Los primeros hombres emitían sonidos, dibujaban en las cavernas y encendían fuego para enviar mensajes. En el tercer milenio, el hombre ha dominado las distancias, ha conseguido superar la velocidad y envía, por medio de las ondas hertzianas, mensajes a todos los puntos del planeta, antes incluso de que los nativos conozcan los acontecimientos. La comunicación distingue al hombre de los demás seres.

JUAN LEIVA



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