Que no vengan tus sueños con fechas de vencimiento, ni el amor que ama con los pies en las nubes y bajo tierra, desparrama el cerebro.
Que vengan tus ojos nuevos
para contarme qué gusto tienenlas montañas, a la hora de la siesta.
Que vengan tus ojos nuevos
a regalarme el perfume de araucarias,
y tus pupilas curiosas por si acaso.
Pero no, que no venga tu mirada empujando vientos de traiciones para que sea yo, quien salde las deudas atrasadas.
Que vengan tus labios balanceándose en la ternura, pero que no traigan —en el vaivén— una agenda con los días programados, para el beso que nos salve.
Serán bienvenidos tus lunares, y hasta tu respiración trepándote la garganta. Será bienvenido tu pecho tanto como tus defectos; pero que no osen presentarse tus latidos si aún, no se han recuperado de tanta muerte.
Por el bien de ambos, que las puertas cerradas del alma —escondiendo otras, igual de bloqueadas—, se queden allá, bien lejos.