Revista Cultura y Ocio
"No me querían lo suficiente. El porqué de que desapareciese. Diecinueve años. ¡Me jugué la vida a cara o cruz! En este lugar tan amplio -un parque natural en las abruptas pendientes de los Adirodacks- los pinos se repiten hasta el infinito, como un cerebro tan apretado que está a punto de estallar."
Casi cincuenta años después de que su primera novela viera la luz, así comienza lo nuevo de una autora con la que tengo una relación amor/odio. Y que nadie piense que eso es malo, ya que lo que menos me gusta en un libro, es que me produzca indiferencia. Así que no tardé en hacerme con esta novela y leerla, con verdaderas ganas. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual Carthage.
Conocemos a la familia Mayfield cuando desaparece su hija menor, Cressida, de 19 años. Descubrimos así a un padre de familia, Zeno, ex alcalde del pueblo en que viven y acostumbrado a tenerlo todo bajo control, casado con una mujer de posición cómoda en la sociedad y en su familia, que ha aceptado ocupar siempre un discreto segundo plano, y a sus hijas. La mayor, Juliet, es la guapa, pausada, tranquila, la perfecta hija de la sociedad americana. Y la desaparecida Cressida es la lista, con un físico andrógino, pasaría perfectamente por la fea, irónica, mordaz e insegura al mismo tiempo.
Si bien suceden más cosas, la desaparición de Cressida en las primeras páginas, es el eje argumental de esta novela. Una novela que se completa con el prometido de Juliet, un ex combatiente que regresa como un juguete roto de guerra, tanto en cuerpo como en espíritu, llamado Brett y que resulta ser la última persona que vio a Cressida el día de su desaparición. Aunque para cuando la hija menor de la familia Mayfield desaparece ya es ex-prometido en realidad, lo que complica las cosas y mucho. Además... su estado mental desde que regresó de la guerra dista mucho de ser normal y parece que cualquier declaración que haga se pierde en una maraña de confusos recuerdos y sentimientos.
Hasta aquí podría ser una novela negra al uso, pero Oates ya nos tiene acostumbrados a no escribir novelas al uso. De hecho, esta se divide en tres partes y, hasta ahora, os he hablado solo de la primera, que formaría una historia en sí misma. La historia de Cressida, su desaparición, las reacciones de una familia que se niega a aceptar la terrible realidad de una muerte más probable a medida que transcurren las horas, los días, desde la última vez que se vio a su hija menor. Y como se van rompiendo y rehaciendo una y otra vez, negando la posibilidad de haber perdido a su pequeña para siempre, esperando una llamada o, en el peor de los casos, la confesión del que fuera uno más de la familia.
Oates disecciona cambiando de narrador una y otra vez a cada uno de sus personajes. Es especialmente espeluznante el momento en que Brett toma la palabra y nos metemos en su cabeza, cuya mente resulta estar tan fragmentada y cosida como algunas partes de su cuerpo. La novela está, además, llena de pequeños símbolos dispuestos ahí para que los recoja el lector; desde el nombre del lugar, Carthage, hasta el del padre de familia Zenon; la hija hermosa y enamorada con el corazón roto, Juliet, o Cressida, que incluso llega a plantear si es justo su nombre, si la define. Todo está ahí, página tras página, como está el desapego de Oates por sus personajes a los que no concede tregua ni lástima por la situación que viven. Y sigo sin salirme de esa primera parte, no quiero entrar en terreno pantanoso y desvelar nada importante de la novela. Sólo os diré que que tras giros, cambios de voz, de registro casi, movimientos en zig zag en la historia que son lo suficientemente lentos como para que el lector no se pierda, la concluye en una tercera parte que deja todo bien sujeto. La última novela de Oates es una visión social revestida con una trama oscura que avanza a ritmo pausado, a veces demasiado, para un lector que, en mi caso, no puede evitar pensar si no son demasiadas páginas las empleadas para ello.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias