Revista Cultura y Ocio

Cartografía de la ilustración

Por Ilustrado
Es indiscutible que en la Edad de Oro de las expediciones científicas la aportación española fue ciertamente deslumbrante. El Imperio español era un vasto laboratorio para la experimentación de las ciencias, entre las que estaban la cartografía, la hidrografía y la geografía. Era necesario un conocimiento más precisión el territorio porque de él dependía el mantenimiento del Imperio y la egemonía política. Sus frutos fueron los siguientes.

CARTOGRAFÍA DE LA ILUSTRACIÓN

INSTRUMENTOS DE MEDICIÓN UTILIZADOS POR JORGE JUAN REPRODUCIDOS EN LA RELACIÓN HISTÓRICA DEL VIAJE A LA AMÉRICA MERIDIONAL (1748)


El gran científico ilustrado Jorge Juan fue el gran promotor de la cartografía española del siglo XVIII. A su vuelta de la Expedición Geodésica en Perú para la medición del tamaño de la tierra, el protegido de Ensenada, propuso la creación de un nuevo mapa español a través de un sistema de triangulación que permitiera medir correctamente la península Ibérica. El plan elaborado en 1751 era ambicioso y suponía la constitución de varios grupos de trabajo.
Aunque el proyecto no fue hacia delante por una serie de obstáculos técnicos (falta de especialistas en diversas materias) y presupuestos, la tentativa sirvió para dejar en evidencia dichas insuficiencias y para que el gobierno se decidiera a pensionar en París a cuatro jóvenes con el objetivo de aprender, entre otras cuestiones, el arte del grabado para la realización de mapas. Entre ellos iban a viajar los significados geógrafos de la segunda mitad de la centuria: Juan de la Cruz Cano y Tomás López.
Instalados en España a partir de 1760, la serie de trabajos realizados por ambos fue realmente impresionante. Primero, colaboraron en la dirección de mapas sobre los diversos lugares en los que España desarrollaba conflictos bélicos, tales como Portugal (1762), Luisiana (1763), Sacramento (1778) y Nueva Inglaterra (1779), y realizaron las cartografías de los territorios peninsulares en manos extranjeras, como eran los casos de Gibraltar o Menorca. Y en segundo lugar, colaboraron en los grabados que debían ilustrar obras históricas o geográficas, tales como las Guías de Forasteros o La España Sagrada.

CARTOGRAFÍA DE LA ILUSTRACIÓN

MAPA DE AMÉRICA MERIDIONAL
POR JUAN DE LA CRUZ CANO (1775)


Con todo, su obra más significativa fue la elaboración de un mapa de España y sus dominios indianos. Para ello se trazó en 1766 un plan de recogida de datos en todas las regiones de España, a fin de obtener noticia puntual de montes y ríos, producciones agrarias y manufactureras, centros educativos y restos arqueológicos. De este vasto plan, fue en los datos topográficos en los que mayor insistencia se puso durante los treinta años que duró la recogida de materiales. En esta tarea, el método de acumulación de mapas parciales tuvo inconvenientes técnicos que no siempre se supieron salvar, tales como la reducción a una misma escala de los diferentes planos regionales. En 1810 se publicó finalmente de la mano de Antonio López el Atlas general de España.

CARTOGRAFÍA DE LA ILUSTRACIÓN

ATLAS GENERAL DE ESPAÑA POR ANTONIO LÓPEZ (1810)


CARTOGRAFÍA DE LA ILUSTRACIÓN

MAPA DEL REINO DE VALENCIA POR TOMÁS LÓPEZ (1792)


Naturalmente, la iniciativa de estos dos importantes geógrafos no fue suficiente para las necesidades concretas que en el siglo fueron planteándose. Los gobiernos acudieron para la consecución de sus objetivos cartográficos a la Marina. Ante la necesidad de informaciones geográficas precisas se tuvo que acudir a instituciones que dispusieran de los técnicos y del instrumental más adecuado posible. La Marina, que era la responsable de la defensa de las costas metropolitanas y americanas, tuvo en este sentido un destacado papel. La Academia de Guardias Marinas y el Observatoria Astronómico instalados en Cádiz, así como los existentes desde 1777 en Cartagena y El Ferrol, aseguraron una buena preparación técnica a los marinos.
En 1783 el ministro de Marina, Antonio Valdés, encargó al director de la academia gaditana, Tofiño, un mapa general de las costas españolas. Tres años después de iniciado el periplo en una fragata y un bergantín, se publicaron los Derroteros de las costas de España y Atlas Marino de España, islas Azores y adyacentes. Además, la expedición tuvo como virtud la formación de un equipo de expertos, como Dionisio Alcalá Galiano, José Espinosa, José de Vargas Ponce o Alejandro Belmonte, por citar algunos, que con el tiempo se dedicarían a realizar viajes por las diversas costas de la Tierra, haciendo así caso de las necesidades militares, económicas y políticas a que la cartografía debía responder.
Estas expediciones cartográficas fueron numerosas. Entre ellas cabe citar los viajes por las costas de África y sobre todo por América que fueron lugar de destino de diversas expediciones españolas. En 1785 y 1786, al mando de Antonio de Córdoba y con Alcalá Galiano a bordo, se efectuó una incursión por la Patagonia y el estrecho de Magallanes para contrarrestar la información que franceses e ingleses estaban consiguiendo. Asimismo, desde 1777 se iniciaron expediciones al norte del continente, donde Behring había descubierto en 1726-1730 el estrecho que llevaría su nombre.
El conjunto de estos viajes cartográficos permitió a los españoles un buen conocimiento de las costas norteamericanas. Finalmente, tuvo lugar la expedición del italiano Alejandro Malaspina, que tenía por objeto dar la vuelta al mundo para realizar investigaciones botánicas pero también para levantar cartas hidrográficas en las regiones más remotas de América, en un intento de facilitar, entre otros objetivos, unos mejores intercambios mercantiles. Hay que recordar que el marqués de Valdelirios y la expedición de Anton Iturriaga en tierras brasileñas dieron también interesantes frutos cartográficos.
Por su parte, los ingenieros militares realizaron una meritoria misión de cartografiado del interior peninsular. Dentro de la labor de ordenamiento territorial español, los ingenieros llevaron a cabo la tarea planimétrica de la Monarquía. La obra realizada fue ingente: miles de planos y mapas con valiosa información acerca de las diversas provincias de España fueron levantadas por estos militares.

CARTOGRAFÍA DE LA ILUSTRACIÓN

MAPA DE LA COSTA DE LIMA Y ALREDEDORES
POR ALEJANDRO MALASPINA (1790)


Fue asimismo destacable la colaboración de los eclesiásticos. Los obispos, especialmente los afines a la Ilustración, tuvieron verdadero interés en conocer geográficamente sus diócesis. En Toledo, Valencia o Cuenca se estimularon tal tipo de empresas. Algunos prelados colaboraron incluso personalmente. Éste fue el caso del futuro cardenal Antonio Despuig, antiguo acompañante de la expedición de Tofiño, que tomó la determinación de realizar junto con su secretario un mapa de la isla de Mallorca en 1784. En los dominios americanos también hubo realizaciones llevadas a cabo por el clero, como las emprendidas, por ejemplo, por el obispo de Nueva España. Tampoco los jesuitas descuidaron la realización de planos en los territorios donde tenían intereses.
Por último, en el campo de la geografía, es preciso resaltar la obra de uno de los mejores geógrafos del siglo, como fue el aragonés Isidoro de Antillón. Desde su cátedra del Seminario de Nobles Artes, representó la síntesis de la geografía ilustrada y la eclosión de los nuevos enfoques, hechos especialmente detectables en sus manuales geográficos y en los atlas sobre su tierra o en sus observaciones astronómicas.

CARTOGRAFÍA DE LA ILUSTRACIÓN

MAPA DE ESPAÑA POR ANTONIO DE ANTILLÓN (1808)


Colaboró en la construcción de un Diccionario geográfico e histórico de España y fue autor de las Lecciones de Geografía, editadas en 1804-1806, y de los Elementos de la geografía astronomía, natural y política de España y Portugal, publicados en 1808 y donde se recopila una buena parte de la información recogida por los mejores eruditos del siglo, como Ponz, Bowles, Labrada o Asso, dando realce con estas publicaciones a la geografía humana.
De hecho, la geografía se mostró como una disciplina especialmente ilustrada por sus múltiples virtualidades en el conocimiento de la realidad española. Su versatilidad se demostró acudiendo al socorro de cuestiones geopolíticas en las que España estaba interesada, pero también en la ayuda prestada a las necesidades internas a las que aportó los conocimientos necesarios para la construcción de obras hidráulicas, la planificación de ciudades o las decisiones en los pleitos jurisdiccionales o de propiedad. Por eso no es extraño que se aspirara desde el reinado del segundo Borbón a realizar una geografía física del país.
Para su realización, por consejo de Antonio de Ulloa, se contrató al irlandés Guillermo Bowles, que durante años se dedicó a recorrer la Monarquía. Resultado de este largo periplo fue su Introducción a la historia natural y a la geografía física de España (1775), en la que puede apreciarse las variadas implicaciones que para los coetáneos existían entre botánica y geografía. De carácter también recopilador y sistemático surgieron algunas publicaciones que aunaban las informaciones geográficas e históricas y que adoptaban la forma de diccionarios.
En la península la iniciativa más interesante fue la que desde 1740 inició la Real Academia de la Historia para la elaboración de un Diccionario Geográfico Histórico de España. Pese al material ingente recogido y al apoyo de Campomanes hacia la iniciativa, cuando asumió la presidencia de la academia, lo cierto es que la empresa no vería la luz hasta la centuria siguiente. Con respecto al continente americano es digna de mención la obra de José de Alcedo, Diccionario geográfico de América (1786-1789).

CARTOGRAFÍA DE LA ILUSTRACIÓN

DICCIONARIO GEOGRÁFICO-HISTÓRICO DE AMÉRICA
POR JOSÉ DE ALCEDO 


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