Revista Opinión

Carverna progre, caverna parda

Publicado el 04 octubre 2010 por Cronicasbarbaras

Cuando alguien usa el sentido común exigiendo que se cumplan las leyes que deben protegerlo de la barbarie y pide que se castigue a quienes lo agreden siempre aparece el falso progresismo, la caverna progre, acusándolo de ultraderechista.

La misma caverna progre que defendía los gulags soviéticos, la Revolución Cultural de Mao, los genocidios de Pol-Pot, y que aún defiende a Fidel  y su isla-gulag, y a los caudillos modelo Chávez.

Hay lugares en España, como en casi toda Europa, en los que los ciudadanos viajan como presidiarios, con las ventanas del coche cerradas, achicharrándose en verano quizás sin aire acondicionado, para evitar asaltos cada pocos metros de ladrones y mendigos, generalmente personas indocumentadas.

Quien denuncia estos acosos a sus derechos cívicos y humanos por vivir encarcelado y pide justicia es denigrado como xenófobo y racista por los medios informativos de la caverna progre, cuyos responsables no sufren acometida alguna porque viven en urbanizaciones con guardas privados y viajan en automóviles blindados.

Como ni siquiera los partidos de derechas se atreven a defender a las víctimas, porque también temen a la caverna progre, comienzan a nacer en Europa nuevos partidos que se presentan como defensores de los agredidos.

Inicialmente sólo exigen respeto a las normas de convivencia mientras denuncian los perjuicios físicos, morales y económicos que generan, especialmente, dos grupos humanos que deben señalarse, aunque sea políticamente incorrecto:

Uno, los musulmanes radicales, que imponen burkas, ablaciones de clítoris, practican la poligamia y hostigan con creciente agresividad a homosexuales y a mujeres solas.

Otro, algunas tribus de gitanos este-europeos dedicadas al robo y a la mendicidad ofensiva, para las que explotan también a sus niños.

Los nuevos partidos, al principio alimentados con demócratas descontentos, terminarán, seguramente, transformándose en formaciones ultraderechistas, pardas.

Aunque la caverna progre los acuse de xenófobos y racistas, ni Nicolas Sarkozy ni el holandés Geert Wilders lo son, como se comprueba en sus programas políticos.

Consecuencia: si por miedo a esa caverna progre las democracias no defienden a los ciudadanos contundentemente, estarán alimentando la caverna parda.


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