Revista Arquitectura

Casa del Horizonte

Por Redfundamentos @redfundamentos
OBRAS

CASA DEL HORIZONTE · 21/07/2014

El encargo consistía en construir una vivienda unifamiliar en un entorno rural, a tan sólo cinco kilómetros de Salamanca. El lugar donde se asienta es la parte más alta de una colina que tiene como telón de fondo las sierras de Gredos y de Gata. La topografía, la biología y la orientación construyen una parte muy importante de este lugar. El proyecto trata de subrayar estas características propias para hacerlas habitables, de ahí que la casa mire expectante hacia el horizonte lejano. La vivienda tiene dos escalas: una pequeña y fragmentada de su lado norte, este y oeste, donde un bosque de encinas la circunda, y otra grande ante la absoluta presencia de su frente sur abierto a la meseta.

La vivienda presenta una doble construcción que distingue entre las funciones de cada elemento. Cuando la función es estructural, la materia es hormigón y piedra, a los que ayuda el acero, puntualmente. Cuando la función no es estructural, la casa se construye con materiales ligeros y desmontables: vidrio, azulejo, acero y madera. Destacan, de este modo, una parte construida para durar y otra, de carácter más efímero y técnico, que da respuesta concreta a la función y a las instalaciones. La estructura portante vertical es de muros de carga de hormigón ciclópeo (elaborado con la roca de la propia excavación), salvo en la proa sur, donde se colocan cuatro pilares cruciformes metálicos. Sobre esa estructura se apoya una losa de 10,50 x 43 m de hormigón armado.

La casa tiene un desarrollo longitudinal y perpendicular al horizonte. La sucesión de muros de carga en la zona norte permite crear dos tipos de espacios. Unos, abiertos a patios, y, otros, que ofrecen vistas laterales. A medida que se avanza hacia la zona sur, esas vistas se abren hasta alcanzar los 180º sobre la meseta.

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Extracto de la memoria del proyecto. Por Jesús Aparicio.

Sólo después de decidir dónde hay que construir una casa se es consciente de la importancia sustancial que tiene, para la futura felicidad de sus moradores, decidir el lugar donde se ha de establecer la arquitectura. Recuerda a los textos vitruvianos cuando narran cómo en Roma se decidían los lugares para el asentamiento de las nuevas ciudades.

El terreno tenía numerosas posibilidades, pero el genius loci susurró al arquitecto que estableciera la casa en un punto. Un lugar tranquilo, con la distancia suficiente a la ciudad para que la casa tuviera la condición que tiene la villa en Italia: un lugar apartado de la ciudad a la distancia suficiente para permitir contemplar la naturaleza al hombre urbano de condición culta. La distancia necesaria de soledad hace que esta casa reúna las condiciones de villa respecto de la ciudad de Salamanca y, quizá en breve, cuando se termine la autovía, actualmente en construcción, respecto de Madrid.

El lugar donde se asienta la casa es la parte más alta de una colina, suave desde su ladera norte y que recae en su ladera sur, con mayor desnivel, hacia la meseta castellana; en un paisaje plano e infinito que tiene como telón de fondo a las sierras de Gredos y de Gata, a unos 100 kilómetros de distancia. La casa siempre se quiso apropiar de este horizonte lejano, para regalárselo a sus habitantes.

La topografía, la biología y la orientación construyen una parte muy importante del espacio de la arquitectura –de ahí la importancia de la elección del lugar– y así lo hacen con esta casa. Su acceso, desde la carretera más próxima, lleva a través de un camino pedregoso, de tránsito lento y difícil, que serpentea a través de un bosque de encinas, con un claro en él que jalona un recorrido de 700 m. de longitud. Cuando se llega a la parte superior de la colina, hay una zona rocosa desde la que se descubre que la que es una colina, en su cara norte, se convierte, en su cara sur, en un promontorio sobre la meseta.

El proyecto trata de subrayar estos espacios encontrados en el lugar para hacerlos habitables. Una casa que mira expectante al horizonte lejano.

La vivienda, por tanto, tiene dos escalas: una pequeña y fragmentada de su lado norte, este y oeste, donde el bosque de encinas la circunda, y otra grande ante la absoluta presencia de su frente sur abierto al horizonte infinito de la meseta.

El acceso a la casa se realiza a través de una plataforma que construye un límite que une la privacidad de la vivienda y el campo que la rodea, a la vez que conecta el bosque próximo de encinas con la meseta lejana. Se trata por tanto de establecer una segunda escala con la plataforma, que tiene la función de ser umbral de la vivienda, análogamente a lo que ésta es respecto al paisaje. De tal manera que mientras, desde el campo, la plataforma ya es vivienda, desde ésta el plano de acceso es un marco de la realidad natural. A esta interpretación ayuda la percepción desde el exterior de la plataforma como un muro vertical construido, artificial, y un conocimiento del plano horizontal de la misma desde el interior de la vivienda. Frontalidad y horizontalidad, discontinuidad y continuidad en el espacio. Coherentemente con la posición ambivalente de la plataforma, en ella se superponen lo natural y lo artificial: los árboles, el agua y las rocas se entreveran con el podio de hormigón. Y aquí se podría apuntar otra de las características de esta casa y es que en ella se ha buscado la unión controlada de la naturaleza inefable y el artificio predecible y abstracto de la arquitectura.

La materia que construye la vivienda distingue entre las funciones encomendadas. Cuando tiene una función estructural, la materia es el hormigón y la piedra, a los que viene a ayudar el acero, puntualmente, allí donde es necesario. Cuando la función no es estructural, la casa se construye con materiales fácilmente desmontables y por tanto sustituibles: el vidrio, el azulejo, el acero y la madera. Así la casa presenta una doble construcción: una parte perenne construida para durar –firmitas– en una edificación primigenia a la que pertenecen la implantación y la estructura, y otra parte, de carácter más efímero y técnico, construida para mudar con los tiempos –utílitas– que da respuesta concreta a la función y a las instalaciones.

La casa tiene un desarrollo longitudinal y perpendicular al horizonte; su estructura portante vertical es de muros de carga de hormigón ciclópeo, salvo en la proa sur, donde se colocan cuatro pilares cruciformes metálicos. Sobre esa estructura se apoya una losa de 10,50 m x 43 m de hormigón armado. La estructura subraya el espacio. La sucesión de muros de carga verticales en la zona norte permite que se dividan espacios servidores y servidos: abiertos a patios entre muros los primeros y enfocando vistas parciales y laterales los segundos. Sin embargo, al aproximarse al estar sur, el espacio se va abriendo, hasta alcanzar en él una visión de 180°, abierta, horizontal y total sobre la meseta de Castilla.

Volviendo a la materia, se ha buscado que ésta pertenezca al lugar y tenga carácter duradero. Para lograr este propósito se ha usado la roca de la propia excavación para elaborar el hormigón ciclópeo. El proceso de construcción de estos muros es el resultado de una investigación empírica y laboriosa, previa al inicio de las obras de la casa. También se ha sumado la teoría y la lógica constructiva en la definición edificatoria. De esta manera, después de haber encofrado e introducido el mallazo en su interior, el hormigón se vierte a la vez que la piedra del lugar. Solamente una vez iniciado el fraguado y antes de que el endurecimiento lo haga imposible, se pica el hormigón hasta dejar al descubierto la roca que contiene, en aquellas zonas donde el muro tiene carácter de plementería; abujardándolo en esas partes en las que se tiene que proteger el recubrimiento de hormigón necesario de un muro que contiene un acero que está en carga.

El resultado edificado es el de una parte baja y sólida, pegada al terreno, perteneciendo a él. Un volumen pétreo, dibujado sólo en sus aristas y difuminado en sus partes intermedias, construido con una materia que entrevera en su ser la naturaleza del lugar –utilizando su roca– y la cultura edificatoria del uso del hormigón armado. La textura rugosa de los muros verticales hace que la naturaleza los reconozca como algo propio, al facilitar que los líquenes, los musgos y las plantas del lugar aniden en ellos. Estos muros verticales, que contienen aire en el espacio interior, en el exterior son recipientes de tierra o estereotómicos; volúmenes que, llenos de grava extraída de una cantera situada a escasos metros, construyen una nueva rasante del terreno, haciendo que la casa tenga una doble sintonía: con la naturaleza próxima y con el horizonte lejano del sur. Sobre este nuevo suelo-basamento-plataforma establecido se apoya la losa de la cubierta, que es una cubrición de nieves y de lluvias que construye la sombra necesaria para que la casa sea útil y bella tanto en verano como en invierno.

Decía el filósofo que un espacio es algo que ha sido hecho habitáculo para nombrarlo por sus límites, y un límite no es lo que bordea algo, sino que más bien es el lugar donde las cosas comienzan a tener presencia. Como lectura de lo anterior en el espacio arquitectónico de la casa, se puede establecer una relación entre el límite y la continuidad del espacio y el borde y la discontinuidad del mismo. La casa, aun siendo un lugar en el que se encuadran fragmentos de naturaleza controlada, sobre todo es el lugar donde el horizonte comienza su presencia: la casa del horizonte.


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