Por una razón que aún no terminó de entender (aunque tengo mis teorías) es común que cuando cuentas que pariste en casa se escuchen comentarios como “eso mismo se puede en la institución” o la más habitual “yo parí en la institución como en casa, me respetaron todo lo que pedí”, mmmmm permítanme dudarlo… no que les hayan respetado todo, sobre eso no soy quien para opinar, sino esa idea de “igual que” o “como en”, no es posible parir en una institución como en casa, de la misma manera que no es posible parir en casa como en una institución… casa es mucho más que: “me respetaron todo lo que pedi”
Es verdad que en general el parto domiciliario está relacionado con la intención de “huir” de las intervenciones y medicalización de rutina que la mayoría de instituciones traen consigo, evitar los protocolos rígidos que te imponen o evadir de la violencia obstétrica, pero esto es solo la punta del icerberg y además una visión engañosa, primero porque mal que nos pese la violencia obstétrica existe también en casa y en casa también pueden intervenir por rutina, es verdad que a menor escala, pero poderse se puede. Pero ante todo porque casa es mucho más que respeto, casa e institución no son sólo dos lugares físicos distintos (aunque eso ya dice mucho ) sino que sobre todo son dos paradigmas distintos, dos maneras de entender y vivir la intimidad, la sexualidad y el nacimiento, ni mejores ni peores solo distintos
No se puede parir en una institución como en casa, básicamente porque NO es tu casa, por más decorada y camuflada que este con ambiente tipo “casa”, es una casa de revista, no la tuya, no son tus olores, tus espacios, tu historia y esto que para algunxs puede ser intrascendente , para quienes elegimos casa, es calor de hogar, es confianza, es sostén, es la tranquilidad de adentrarse en el bosque desconocido porque estás en tu territorio, en tu intimidad y allí puedes saltar sin miedo al vació porque tu hogar, tu cotidianidad te cobijan y te amparan; no es lo mismo tampoco decidir quienes estarán el día del parto y tener la certeza que solo ellxs estarán presentes, nadie más, ni porque tenían que entrar, ni porque pasaba por ahí, ni porque traía algo, nadie! solo aquellxs a quienes elegiste y a quienes abres la puerta; por más respetado y fisiológico que sea un parto institucional no es lo mismo ser traslada a una habitación desconocida después de parir, a una cama que no te es propia, que ir a tu cama con tu cachorro en brazos, sumergirte en tus almohadas, cobijarte en la calidez de tu intimidad; como nunca será lo mismo volver a casa con tu bebé en brazos por más idílico, soñado y poderoso que haya sido el nacimiento, que no volver nunca, porque nunca te fuiste, esa sensación de continuidad, de tiempo que fluye sin cortes, sin intervenciones, tan solo esa sensación de agua que sigue su curso, que existe en este tiempo y en este espacio, que además suele venir acompañada de esa extraña e inexplicable sensación de haber estado juntxs en esa casa toda la vida; no es lo mismo sentir la primer contracción y luego otra y otra más y dejarte llevar por ese mar que te envuelve para encontrarte de pronto, muchas o pocas horas después pujando, sintiendo el cuerpo de tu hijx que se abre paso, sentirlo salir, tomarlo y llevarlo a tu pecho, sin interrupciones de bolsos, salida de casa, auto, calle, entrada a la institución preguntas, papeles, etc, que aunque sean muchas o pocas son un inevitable corte de tiempo y espacio; no es lo mismo deambular en tus espacios, sentarte en tu baño, acuclillarte en tus esquinas, sostenerte de tus paredes, irte desnudando a tu antojo y necesidad, gritar y hasta aullar en tu territorio, en tu madriguera y luego parir desnuda, tomar a tu hijx en tu pecho, ir desnuda hasta la cama, dormir desnuda, despertar desnuda siempre en contacto con tu cría; no es lo mismo terminar de parir, radiante de poder, plena de vida, henchida de amor, pero famélica y que abran la heladera donde esta esa comida en la que pensaste mientras estabas en el trabajo de parto, o mandar a comprar o pedir eso que sueñas comer y devorarlo o disfrutarlo de a poco, acostada en tu cama, celebrando la bienvenida en el lugar donde tanto soñaste con el encuentro; no es lo mismo que solo tú, tu pareja y quien tú así lo decidas hayan tocado a tu hijx en sus primeras horas de vida ; como no es lo mismo que sean esas paredes, esos olores, colores y voces que habrán de acompañarlx mientras crece los que lx hayan recibido y acunado desde el primer momento; no es lo mismo que se vayan las parteras y se queden en tu casa solo aquellxs que tus elegiste, con la total certeza que nadie desconocido entrará a cambiar sabanas, a ver, a traer, o saludar; no es lo mismo ver caer la noche de esa manera tan conocida, mientras tu acunas a tu criatura, con esa sensación de seguridad que da saberte en casa; como no es lo mismo que salga el sol y empiece ese primer día, el primer amanecer, la primera mañana, el primer desayuno en ese hogar que durante meses fuiste convirtiendo en un nido, soñando con la presencia de ese bebé que ahora habita en tu regazo.
No son lo mismo, tantas cosas, ni mejor ni peor, porque aquello que para quienes elegimos casa puede ser el placer infinito y la seguridad plena, para quien no lo elige puede ser el caos, el miedo y la amenaza permanente
Pero como no es lo mismo y nunca va a serlo, quienes elegimos casa no vamos a dejar de hacerlo aunque la realidad institucional cambie drásticamente y nos pinten las paredes del mismo color que las de nuestra casa, porque casa es mucho más que respeto